Sinopsis:
La película narra la historia de un veterano de la guerra de Corea llamado Walt Kawolski, que después de la muerte de su mujer vive aislado del resto de su familia y rodeado por una comunidad de vecinos, mayoritariamente de origen oriental, con quienes se lleva bastante mal. Y es que Kawolski es un tipo bastante racista que no soporta vivir rodeado de chinos y sudamericanos. Una noche, un grupo de jóvenes, entre los que se encuentra por obligación el hijo de los Walt, intenta robarle su preciado tesoro, un Gran Torino. La familia oriental le comenta a Walt que su hijo debe recompensar tal fechoría trabajando para él de forma gratuita, y al final surgirá entre ellos una bonita relación.
Cuando creía que Clint Eastwood estaba en decadencia tras ver El intercambio, va y hace una película tan soberbia como ésta. Sin muchos medios, grandes presupuestos, estrellas (o pseudoestrellas) de relumbrón, efectos especiales ni canciones estridentes, es posible realizar una buena película, con sabor a cine clásico y bien hecho. Un canto a la amistad bien entendida, a la lealtad, al cariño por las pequeñas cosas de la vida y a los valores tradicionales, tan pisoteados últimamente por cierta progresía. Y eso que el principio es bien diferente: una especie de Harry el Sucio jubileta, malhablado, racista, nada simpático va evolucionando gracias al contacto humano. El final del film es sorprendente, atípico, y la forma de tratar el racismo, muy correcta y esperanzadora (nunca es tarde para cambiar), acompañado de toques humorísticos que la hacen muy amena.
La película narra la historia de un veterano de la guerra de Corea llamado Walt Kawolski, que después de la muerte de su mujer vive aislado del resto de su familia y rodeado por una comunidad de vecinos, mayoritariamente de origen oriental, con quienes se lleva bastante mal. Y es que Kawolski es un tipo bastante racista que no soporta vivir rodeado de chinos y sudamericanos. Una noche, un grupo de jóvenes, entre los que se encuentra por obligación el hijo de los Walt, intenta robarle su preciado tesoro, un Gran Torino. La familia oriental le comenta a Walt que su hijo debe recompensar tal fechoría trabajando para él de forma gratuita, y al final surgirá entre ellos una bonita relación.
Cuando creía que Clint Eastwood estaba en decadencia tras ver El intercambio, va y hace una película tan soberbia como ésta. Sin muchos medios, grandes presupuestos, estrellas (o pseudoestrellas) de relumbrón, efectos especiales ni canciones estridentes, es posible realizar una buena película, con sabor a cine clásico y bien hecho. Un canto a la amistad bien entendida, a la lealtad, al cariño por las pequeñas cosas de la vida y a los valores tradicionales, tan pisoteados últimamente por cierta progresía. Y eso que el principio es bien diferente: una especie de Harry el Sucio jubileta, malhablado, racista, nada simpático va evolucionando gracias al contacto humano. El final del film es sorprendente, atípico, y la forma de tratar el racismo, muy correcta y esperanzadora (nunca es tarde para cambiar), acompañado de toques humorísticos que la hacen muy amena.
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