viernes, 24 de abril de 2009

Mi amor por los libros


Me alegra que exista un día para conmemorar el libro, ese principal juguete desde mi niñez, el buen compañero que tanto ha aportado a mi bagaje emocional, además de acompañarme en largas horas de soledad, de convalecencia. Sirva como ejemplo que mi primer amor platónico fue Tom Sawyer. ¡Cómo odié a Becky, qué celosa me sentía de aquella niñata repipi!

Algunos amigos me animan a que intente escribir algún cuento, alguna narración. Ellos más que yo confían en mis aptitudes y el caso es que no han leído nada mío, aparte de cartas o las entradas del blog, que son lo único que me atrevo a compartir. Quizá el motivo sea que el posible juicio del destinatario no llega a mi conocimiento, caso de ser negativo. Me atenaza la inseguridad.


El hecho de estudiar Literatura en la Universidad acabó por disuadirme del intento. Desmenuzar textos, buscar referencias intra y extraliterarias, deducir las posibles intenciones del autor, parecían tareas odiosas por obligatorias. No, muy al contrario: me hacían amar y admirar aquellos talentos y, al mismo tiempo, sentirme tan inferior, tan inútil por no poder acercarme ni al ápice más insignificante de su pericia, de su sentimiento vertido en el papel.


¿Más razones para no convertirme en escritora? La pereza, fundamentalmente. Todos los escritores consagrados no dudan en afirmar que lo de la inspiración sólo es un mito y que, si en alguna ocasión llega, ha de encontrarte trabajando, emborronando cuartillas, tecleando, tachando, corrigiendo, dando vida a los escritos, en pocas palabras. Yo no. Soy vaga, lo reconozco, mea culpa. Por otra parte, me sabe mal inutilizar las palabras que, más o menos espontáneamente, han salido de mí.

2 comentarios:

Mari Pau dijo...

No seas vaga y escribe algo para la posteridad. Qué foto más bonita.

ana dijo...

Conchi, nunca es tarde. Deja la vagancia y ponte a ello.