martes, 20 de julio de 2010

Carnaval 2010 (por fin)



Debido al éxito de participación y buen rollito de la edición 2009, este año se volvió a convocar entre la peña la Función de Carnaval 2010. No sé si los blogueros lo recordaréis, pero se trató de una reunión de amigos en la que cada uno debía dar el espectáculo (y nunca mejor dicho) e ir disfrazado en consonancia con la actuación que tuviera programada.
Como no se disponía del piso en el que nos reunimos el año pasado (tal vez por quejas de los vecinos, lo cuál no sería nada raro), la organización resolvió reunirse en una casa rural de la zona, donde el relativo aislamiento nos dejara más a nuestro aire. La casa en cuestión estaba muy bien, ya que era espaciosa, tenía un porche-salón en el que no faltaba de nada para la comodidad de los participantes y, no menos importante, disponía de una zona de barbacoa en un jardín muy bien puesto. La única pega que se le podía poner era su difícil localización, ya que estaba ubicada en un laberinto de urbanizaciones de adosados, chalets y casas de toda la vida. No obstante, eso sólo cabe achacárselo a la forma en la que se ordenan los pueblos de nuestras cercanías, muy dispersos en cuanto te sales de la carretera general y con casas esparcidas en torno a callejuelas intrincadas. Si encima estás buscando una dirección cuando es noche cerrada, no te salva ni el Tom Tom ése.
Total, que conseguimos llegar. Una vez en el lugar, se procedió a la degustación de cerveza fuerte y a la preparación de la barbacoa. Pese a que asistían unos cuantos caballeros, fuimos las chicas quienes nos encargamos de poner el invento en marcha. Modestia aparte, servidora había conseguido encender un fuego bastante aceptable a base de papeles y leña de la que disponíamos en abundancia y me disponía a añadir el carbón. Por desgracia, mi compañera de actuación me requirió para ensayar en ese momento y fue entonces cuando se produjo lo que hubiera podido ser un desastre. Los 4 chicos, que hasta entonces habían estado muy ocupados cuidando a un niño de 5 años y a otro que apenas era un bebé mientras trasegaban la cerveza, decidieron que estábamos tardando mucho y que se requerían acciones más enérgicas: por lo tanto, salieron al jardín y echaron el saco de carbón vegetal sobre el fuego, tal y como estaba, sin abrirle ni nada. La consecuencia más inmediata fue, lógicamente, que el fuego se apagó al faltarle el oxígeno.
Menos mal que en ese momento mi hermano Pablo acertó a pasarse por allí, tanto por curiosidad, a ver en qué estábamos metidas mi hermana Mari y yo, como porque mi cuñada Virginia tenía mucha ilusión por participar y vernos actuar. Pablo, sin ser un experto en barbacoas, tiene alguna experiencia como pinche de mi padre, así que se encargó del asunto y entre él y las chicas conseguimos encauzar el asunto. El fuego volvió a bailar alegremente y la horrible perspectiva de actuar con el estómago vacío se convirtió en un vago recuerdo.
Como la manduca iba para rato y las actuaciones estaban programadas para después, mi cuñada se quedó con las ganas de vernos, ya que tanto ella como mi hermano salían para Madrid temprano al día siguiente, pero se quitó el sincio de actuar. Con un improvisado disfraz de montañés barrigudo, se arrancó con “La fuente de Cacho” (nuestro himno autonómico extraoficial) y no lo hizo nada mal.
Después de una opípara cena, procedimos a disfrazarnos y a actuar. No recuerdo muy bien cuál fue el orden, pero trataré de reseñar lo más posible cómo se desarrolló la función. El palmarés era de lo más nutrido: como estrellas invitadas, teníamos a Beyoncé, que bailó para nosotros el “I’m a single lady” y a Jennifer Beals (encarnado por la Madonna del año pasado), bailando el “What a feeling” con su acostumbrada gracia y agilidad. También estaba programada la actuación del líder de los Kiss, pero aunque compareció debidamente caracterizado, con la camiseta negra, las cadenas y la pintura estrafalaria en la cara, por desgracia sus problemas con una rodilla (secuela de un accidente de moto) le impidieron deleitarnos con su “performance”. Por su parte, el hijo del líder de los Kiss, un chavalín de unos 6 años, ejecutó una demostración bastante convincente de lucha Jedi, ataviado con el preceptivo traje y la espada láser a juego. Un padawan poderoso será, a mis palabras atentos estad.
Hubo también sus bajas: como se nos hizo tan tarde, una de las actuaciones que incluía un nene muy pequeño hubo también que suspenderla, pues el chiquitín se nos quedó dormido y los padres no podían hacer el número sin él. Igualmente, dos chicas Erasmus, compañeras de máster de una de las amigas de mi hermana Mari, cayeron rendidas de sueño.
Por último, actuamos mi hermana y yo. Mari escenificó magistralmente (no es parcialidad de hermana, pues fue elegida mejor actuación de la noche por unanimidad y se le pidió la preceptiva repetición) un cuento de un autor español (Ibáñez) pero de ambiente deliciosamente oriental. Se trataba de las aventuras y desventuras de una joven campesina llamada “Alondra Mañanera” y sus amores con un diablo que se aparecía en forma de zorro, pero que se convertía muy oportunamente en un apuesto joven. Si alguien quiere leerlo, forma parte de un libro titulado “El perfume del cardamomo” o algo así. Es precioso.
En cuanto a mí, como ya he adelantado al poner mi foto disfrazada el otro día, representé junto a una amiga el sketch de “Les Luthiers” “Enrique VI”, en el que el rey inglés, enamorado de una plebeya, declamaba sus penas bajo su balcón y luego procedía a cantarle una serenata con la ayuda de su escéptico juglar, quien al traducir, por deseo del rey, los versos de primera a tercera persona, cometía todo tipo de tropelías. Como muestra, un botón:
“Rey: Mi amor…
Juglar: Su amoor…
Rey: Mi tesoro…
Juglar: Su tesooro…
Rey: ¡Mímame!
Juglar: ¡Súmame…err…Súmelooooo!”
Y así, hasta que el despistado rey se percata de lo que está pasando. Pero no acaba bien la cosa. Es una obra trágica de William Shakehands, así que no puede acabar bien.
Afortunadamente, nuestra noche de estrellas carnavaleras tuvo mejor final. El año que viene, más.

2 comentarios:

Conchi dijo...

Se nota el buen rollo reinante, componente fundamental en un sarao como ése. Alguna vez (pocas) nos ha dado por disfrazarnos pero nunca por actuar. Muy poco talento y demasiado sentido del ridículo, me temo.

Menos mal que las mujeres estamos en todo (¡qué remedio!) y se evitó la tragedia de quedaros sin cena, pues dudo que los de Telepizza hubiesen sabido llegar adonde estabais con semejante dédalo de calles y casas.

El blog se abona a la edición de Carnaval 2011 desde hoy mismo.

Johnny dijo...

La diversión siempre es buena, es un escape de la realidad o de la monotonía de siempre. Aunque tampoco soy muy de disfraz y el temor al ridículo también prevalece en uno.