sábado, 18 de agosto de 2018

Las Salinas de Añana




Tras comer en Vitoria, la tórrida tarde del 26 de julio emprendimos camino al Valle Salado de Añana donde se encuentra una de las salinas más espectaculares y mejor conservadas del mundo. A los que tuvimos el valor de adentrarnos en sus profundidades por difíciles senderos no asfaltados, la guía nos explicó que su valor no sólo reside en su arquitectura particular de terrazas imposibles construidas con piedra, madera y arcilla, o en sus características geológicas, su biodiversidad o los valores únicos de su paisaje, sino en la unión en perfecta armonía de todo ello en un contexto privilegiado. 


La excepcionalidad de este paisaje cultural industrial vivo con más de 6.500 años de historia documentada, unido al proyecto de recuperación que está llevando a cabo sin ánimo de lucro la Fundación Valle Salado, hacen que las salinas sean un Monumento Histórico Nacional y estén en trámites de convertirse en Patrimonio Mundial de la UNESCO.


Una maravilla, qué duda cabe, pero lo habría disfrutado más si la temperatura no hubiese sido tan alta. El intenso calor provocó que un compañero perdiese el conocimiento y otros estuviesen a punto de seguirlo.


Tras la cena en el hotel, en la calle, a punto de subir a la habitación, dice Pedro: “Mira quiénes vienen por ahí”. ¡Mi compañera Gloria y su marido! Qué alegría me dio verlos y me consta que fue mutuo. Habiendo encontrado a mi maestro de EGB en Vitoria la víspera, esta fue la segunda sorpresa del viaje. Siempre he dicho que los agostenses somos pocos pero nos movemos mucho.


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