Es indudable que
esta composición de Augusto Algueró es una de las más bellas declaraciones de
amor de la música en castellano. En 1970 lanzó la carrera del inmenso Nino Bravo.
Como las comparaciones son odiosas, pocos se han atrevido a incluirla en su
repertorio. Por ello admiro la osadía del argentino Gerónimo Rauch que, en mi
opinión, sale más que airoso. Un aplauso para él.
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