No podíamos dejar la capital navarra sin tomar unos deliciosos pintxos en la calle Estafeta. Por mi parte, quise acercarme a conocer la catedral de Santa María la Real, con la buena suerte de que estaban oficiando misa y me quedé hasta que terminó.
De vuelta al hotel para cenar y terminar de preparar las maletas, que al día siguiente emprenderíamos regreso a casa, no sin antes despedirnos con emoción y algunas lagrimitas de unas personas maravillosas con las que quiero mantener el contacto con la ilusión de volver a encontrarnos en otra ocasión.
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