martes, 18 de septiembre de 2007

Crónicas andorranas


Desde el sábado estoy en casa, agotada por el palizón de casi 200 kms pero contenta por haber salido y recargado las pilas con vistas al inicio de un nuevo curso escolar.
Como os avancé, íbamos preparados para el frío andorrano e hizo un calor inusual según los lugareños. Pese habernos ido de viaje pertrechados de ropa de abrigo, me alegra infinitamente que haya dormido en el fondo de la maleta, más aun en lo que respecta a paraguas y chubasqueros. Lo peor es que en todas las fotos salgo con la misma escasa ropa de manga corta que llevaba.
Os cuento qué aspectos me llamaron la atención del país vecino. En principio, me parecía extraño estar en el extranjero en un lugar donde tantas concomitancias encontraba con el mío. El idioma, para empezar: ya fuera en castellano como en catalán, no me hacía sentir forastera. No obstante, pronto se pondrían de manifiesto las diferencias.
Viniendo de una zona casi desértica, se nos caía la baba ante tal explosión de verdor. Hicimos una excursión a un valle en medio de los Pirineos que nos dejó extasiados. Debido al calor anormal para esas fechas no llegamos a ver nieve pero sí multitud de nacimientos de agua, riachuelos, cascadas y demás. En cuanto veíamos agua corriente en su estado natural los ojos se nos iban en pos y Pedro se entusiasmaba haciendo fotos.
Canillo se encuentra a 10 kms al norte de Andorra la Vella. Por su proximidad a las pistas de esquí es una zona turística en expansión pues proliferan las obras nuevas. Por lo que vimos, todas ellas mantienen la estética típica de paredes de ladrillo grande y tejados negros. El elemento ornamental más prodigado en balcones, ventanas y jardineras es los macizos de geranios, lo que me hizo acordarme de Mari Pau.
En general, es un país muy limpio en el que apenas se ven pintadas. Preocupados por conjugar ecología y estética, los contenedores de reciclaje tienen forma externa de casitas de madera de tipo alpino. Por el contrario, se puede fumar en todas partes, incluso en restaurantes de comida rápida de público más familiar.
Otra cosa que me llamó la atención es la tremenda cantidad de portugueses que trabajan en el sector servicios. También que a finales de mes procederán al apagón analógico.
Durante muchos años Andorra fue el paraíso de las compras. Aunque ahora la situación ha cambiado, todavía hay cosas que vale la pena adquirir una vez allí, como productos de perfumería y cosmética de alta gama, tabaco o combustible.
Os adjunto una foto de la Vall d’Ingles. Cuando pueda, os cuento el resto del viaje.

4 comentarios:

Jesús dijo...

Nunca he estado en Andorra, no por falta de ganas.

He intentado entrar dos veces, una desde España y otra desde Francia. En ambos casos, las largas filas de vehículos para acceder al pequeño país de los Pirineos me hicieron desistir.

A la tercera ... será la vencida, espero

Mari Pau dijo...

Hola Conchi! Gràcies per cridar-me. Es que estic en depressió postvacacional però, en fi, serà qüestió de carregar piles (no en Andorra sinó a Dénia) i agafar el tall amb contundència. Espere veure totes les teues fotos sense faltar ni una quan et veja, ja que no he pogut viatjar vull imaginar que he tornat a anar de nou amb tu (li hauràs fet fotos a eixes cases tan guapetes amb geranis? Te'n recordes del viatge als Països Baixos?...)

Mari Pau dijo...

Jesús, que habrás hecho en Andorra que no te dejan entrar? jaja

Conchi dijo...

No había cola cuando fui, ni a la entrada ni a la salida.
Reconoce que, con tus viajes transoceánicos, ir a Andorra para ti es como ir a Vallecas.