viernes, 4 de septiembre de 2009

Lourdes


Una tarde fuimos a Lourdes. Nada más llegar caía un ligero chirimiri. Después paró y en cuanto nos disponíamos a ver la procesión de las antorchas empezó tal aguacero que decidí volverme al autobús. Nada más subir, cesó de llover. No volví a bajar pues no tenía intención de comprar nada. Aún conservo souvenirs de las dos veces que fui en peregrinación con la diócesis alicantina cuando yo tenía 18 y 19 años, creo. Aunque en esencia está igual, noté algunos cambios, como el aumento de hoteles y tiendas. ¡Si hasta han puesto un McDonalds y un Carrefour!

En el corazón de los Pirineos, Lourdes acoge cada año más de 5 millones de visitantes venidos del mundo entero. Aquí la espiritualidad se inscribe por la fuerza y la belleza del sitio, las huellas del pasado, el recogimiento de los Santuarios. Lourdes no era más que una pequeña villa el 11 de febrero de 1858, cuando Bernardette Soubirous se encontró a orillas del río con la “Señora” que confirió a la ciudad su calidad de ciudad mariana. Para los que somos católicos, llega muy hondo del alma pasar por la gruta donde tuvo lugar la aparición, ver la fe y el recogimiento que despliegan peregrinos de todas las razas procedentes de todo el mundo.

Sin embargo, también tiene su cara menos amable desde mi punto de vista: la vergonzosa comercialización con su miríada de tiendas que llega a tales extremos de asemejar Lourdes a un parque temático de la fe. Hay que ser muy creyente para poder abstraerse de tal ambiente nocivo y centrarse en la esencia.
Para los que no creen, queda la belleza natural del lugar.

3 comentarios:

ana dijo...

Yo fui en el año 1986 y me impresionó tanto comercio. No puedo decir que no volveré en un futuro, pero de momento no tengo interés.

Mari Pau dijo...

Los comercios son inevitables en lugares donde se junta mucha gente.

Johnny dijo...

SE VE MUY BIEN EL LUGAR, LASTIMA DE LOS VENDEDORES, PERO ESO PASA EN TODOS LADOS. TU, COMO SIEMPRE, BELLA, CON EL PERMISO DE PEDRO.