jueves, 7 de febrero de 2019

El embarcadero



Sinopsis:
La joven arquitecta Alejandra (Verónica Sánchez) acaba de ganar junto a su socia (Marta Milans) la obra de un rascacielos millonario. Llama a su marido, Óscar (Álvaro Morte), para contárselo; él está en Frankfurt. Horas después, un guardia civil le dice que han encontrado el coche de su marido hundido en L’Albufera... con él dentro. ¿Se ha suicidado? ¿Estaba en Frankfurt? Entre sus pertenencias, un segundo móvil que escondía su segunda vida con otra mujer, Verónica (Irene Arcos).


Cuando llevaba un par de episodios leí que contará con dos temporadas, por lo que deduje que la primera me dejaría a medias. Así fue, aunque la sorpresa final para mí no fue tal, que veía venir quién era el traidor. Se trata de un thriller psicológico y emocional, por no decir abiertamente sexual. A mi madre le encanta Antonio Machín y por eso me viene a la memoria aquello de "cómo se puede querer dos mujeres a la vez y no estar loco". Ahora se estila hablar de poliamor, pero se equivocan quienes lo aplican a la serie, porque el término se designa a grupos donde todos conocen la existencia de los demás, lo que aquí no ocurre. ¿Por qué lo llaman poliamor cuando quieren decir cuernos?


Volviendo a la serie, el trío protagonista está ajustado, con una química indudable. No obstante, yo me quedo con el guardia civil sufriente, un poco desequilibrado y rockero (¡incluso canta con muy buena entonación el Cadillac solitario de Loquillo!) que interpreta Roberto Enríquez, tan distinto al Bevilacqua con el que lo conocí en la película El alquimista impaciente. Qué guapo está. Como la historia está ambientada en la Albufera, incluso pronuncia alguna frase en valenciano, lo que me acaba de fundir.

Se agradece esa descentralización de localizaciones con esa Valencia dual, la ciudad moderna de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, de colores fríos y metálicos, y la ardiente luz de la mediterránea, pescadera y rural.

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