Hace poco vi en cine el tráiler de la nueva película de Álex de la Iglesia, Los crímenes de Oxford, y me acordé de que Antonio, el conserje de la Casa de Cultura, tenía el libro. Se lo pedí y amablemente me lo prestó.
Un estudiante de matemáticas realiza un viaje a Oxford con fines académicos. Además de conocer a algunos de sus maestros en esta ciencia, las emociones se alborotan cuando se produce un asesinato en la casa donde se aloja. Se desata así un misterio para el que las matemáticas son, más que una disciplina teórica, la clave para su investigación y desarrollo.
La novela conjuga los sombríos hospitales ingleses con los arrebatos de pasión y las sectas antiguas de matemáticos con el arte de los viejos magos. Una novela policíaca de trama aparentemente clásica que, en el sorprendente desenlace, se revela como un magistral acto de prestidigitación. Una fascinante indagación detectivesca con Oxford como escenario.
Es muy entretenido. Lo que me ha aburrido más han sido las disquisiciones matemáticas y lógicas que hacían que me perdiera. A pesar de eso, afortunadamente, la parte detectivesca engancha. Además, no es un relato muy extenso, se lee con prontitud y agrado y los argentinismos del autor apenas molestan.
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