Resfriada

Como todos los años por estas fechas, he sucumbido a los virus. Llevo toda la semana con un resfriado de campeonato y sus correspondientes toses, afonía, malestar general, etc., pero al pie del cañón. Las clases las llevo como puedo, entre accesos de tos y caramelos de eucalipto sin azúcar. Me maravilla que pueda llegar a las últimas clases con un hilillo de voz audible. Lo peor son las noches, cuando me da la tos y ni duermo ni dejo dormir a Pedro. La media pastilla que normalmente me ayuda a descansar seguido anoche se transformó en entera. Ni flores. Como si me hubiese comido una gominola.

La doctora que visité no juzgó oportuno (tampoco se lo pedí) mandarme a casa un par de días de permiso. Para que me hubiese dado la baja creo que tendría que haberle echado más teatro a la doctora y haberle mentido sobre que sí tenía calentura. No es lo mío.

Eso sí, me dio unos sobres y un jarabe que probablemente sean los más asquerosos que se encuentren en las farmacias. Me dejan tan mal sabor de boca que a continuación tengo que comerme algo dulce para compensar, y así no va la cosa. Aquí no valen recortes ni ajustes. ¡Asssúuucar!, que diría doña Celia.