Gracias a la iniciativa de unos vecinos hemos podido cenar todos juntos en las tres noches de fiestas patronales. Como vivimos en una calle sin salida para los coches, o sea, sin tráfico, sacamos mesas y sillas a la calle y allí nos la pasamos hasta las tantas.
El domingo a la hora del partido, mi vecino Leonardo bajó su pedazo de tele de plasma a su garaje para poder disfrutar a lo grande de la final. Ahí lo tenéis megáfono en mano, junto a Pedro (en el día de su santo) y a Domingo, el otro vecino.
La foto corresponde a los primeros minutos del partido. A última hora había muchas más sillas a su alrededor, sufriendo todos a la espera de que el árbitro pitase el fin del encuentro. Y entonces estalló la euforia en la calle Fermín Sánchez y en todo Agost.
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