jueves, 8 de mayo de 2008

De dioses y monstruos (rollo macabeo) II

Ya tenemos a estos Amos del Universo de Todo a Cien con sus deseos bien definidos y que no encuentran la cortapisa ni de la conciencia religiosa ni de la simple empatía humana (para mí mucho más valiosa) Vale, si han fallado los controles externos, pongamos en marcha los externos para así detenerles. Con la Ley hemos topado: unas leyes hipertrofiadas, imprecisas, cuya aplicación depende de la pericia de los abogados y la interpretación de los jueces. Llenas de garantías que se pensaron para resguardo del inocente y que, poco a poco, van convirtiéndose en las guaridas de los lobos humanos. Cuanto mayor es la enormidad del crimen, mayor la cuantía de lo estafado o mayor el desparpajo de quienes transgreden la ley de manera habitual, más desproporcionada nos parece, y con razón, la aplicación de las mismas garantías que a nosotros, acatadores habituales de la ley, no nos protegerán en la misma medida si alguna vez caemos en falta.
Dicho de otra manera, tenemos a personas sin empatía, con medios técnicos y económicos a su alcance y llenos de lo que una sociedad en condiciones jamás puede consentir que sienta una persona dispuesta a hacer su voluntad pasando por el libre albedrío e incluso la integridad física de otras personas: la certeza, real o ilusoria, de la impunidad. E incluso, yendo aún más lejos, la certeza de que, aún cuando les cojan, la pena que les será aplicada será relativamente leve, de manera que la satisfacción experimentada al realizar sus fantasías compensará largamente las molestias ocasionadas por el sistema legal y judicial. Que conste aquí que no estoy defendiendo la pena de muerte, ni la castración por medios más o menos dolorosos, ni el internamiento en aislamiento perpetuo, como he leído u oído referente a este caso. No podemos caer tan bajo, sobre todo aplicando la ley. Pero tampoco se debería poder mencionar ni siquiera la posibilidad, ni siquiera en boca de su abogado, de que, en un plazo relativamente breve se le ponga en libertad. Ha causado un daño terrible a varias personas, las ha privado de los derechos más básicos: el castigo no puede ser otro que el encierro de por vida. Y que no me digan que eso sólo puede ser si se prueba su responsabilidad en la muerte del séptimo hijo. Tan sólo el haber violado una sola vez a su hija, por no mencionar encerrarla a ella y a sus hijos-nietos, parte de los cuales le arrebató, debería bastar para que no saliera a la calle nunca más. Me estoy acordando del caso de Mari Luz. Lo que a mí me ha indignado, aparte del crimen en sí, claro, no es la tardanza en la ejecución de la sentencia, sino la sentencia en sí: veintidós meses por violar a su hija de cinco años. ¡Veintidós meses! Menos de dos años por truncar la vida que más obligado estaba a proteger. ¿Cómo vamos a extrañarnos de que volviera a cometer esos crímenes una y otra vez? ¡Si el castigo era de chiste!
Así que menos llevarnos las manos a la cabeza y luego usarlas para señalar a esos individuos llamándoles monstruos: lo son, pero en el sentido que necesitaron creerse dioses para estar bien consigo mismos, y nuestras sociedades sí tienen su parte de culpa por la presión y la frialdad a la que someten a los individuos. De todos los que nacemos, es obvio que algunos desarrollarán esa estrategia de defensa y no los detectamos a tiempo ni les detenemos cuando ya les hemos detectado.
No sé si se puede evitar que el sueño del orden social produzca monstruos, pero sí podemos tratar de entender porqué nacen, para así identificarlos primero y neutralizarlos de manera que causen el menor daño posible.

2 comentarios:

Conchi dijo...

Mi agradecimiento de nuevo por tu colaboración en el blog, Carolina. Siempre es grato tener una muestra de tu sensata lucidez a la hora de abordar temas tan escabrosos como ése. Has expresado con tu habitual claridad y estilo lo que la mayoría pensamos al respecto.

Suscribo punto por punto tu apología por el endurecimento de las penas. Sin ser tampoco partidaria de la pena de muerte, considero que los delincuentes tienen una vida demasiado regalada en comparación a los delitos cometidos. Si no se les va a poner a picar piedra como antaño, que quizá no estaría mal algún sustitutivo que resultase más productivo a la sociedad que holgazanear en la celda y el patio, al menos el completo cumplimiento de las condenas. Lo que no me parece bien es que desde ciertos medios se asocie esta opinión a una ideología conservadora. No, no se trata de eso: que se exija justicia no es de “fachas” sino de simples ciudadanos honrados enervados porque las cárceles son un mero pasillo con entrada y fácil salida.

Mari Pau dijo...

Buen tema, Carolina.
Partiendo de la base de que siempre hubo, hay y habrá monstruos humanos, yo me sumo a tu última reflexión y voy a ser práctica. Cómo se hubiera podido evitar que estas víctimas estuvieran tanto tiempo en un zulo bajo tierra? Hay varias actuaciones muy oscuras:
- en primer lugar la de la polícia, que es la que hubiera podido zanjar el caso positivamente en poco tiempo. Señores policías austriacos (como hemos visto en Mari Luz, los españoles tampoco se salvan), este monstruo había sido encarcelado por violación en el año 67, y además ustedes sabían que en su casa había un búnker, ¿no hubieran podido tomarse un poco de interés y registrar su casa, ahora tristemente llamada de los horrores?

- la de la mujer de monstruo, señora con espíritu borreguil como pocas, ¿cómo puede usted vivir con un hombre sabiendo que es un violador convicto? ¿y no notó usted nada raro en su casa durante 24 años? Y cómo dice ahora que usted no sabía nada pero que tampoco hubiera podido hacer nada si lo hubiera sabido? Señora, por el amor de Diós, eso se denuncia a la policia, que es su hija (y aunque no lo fuera).

- los hermanos de Elizabeth tampoco notaron nada raro?

- el entorno familiar más cercano sabía que era una maltratador (la tía de Elizabeth lo ha dicho ahora!), no podía haber ido a denunciar a la policía?

- los vecinos ahora denuncian que había algo raro. Ahora!