Cuando regresé a casa el sábado, Pedro estaba viendo la final europea de fútbol sala. Entre que España iba ganando a Rusia (7-2 de resultado final) y que no era el primer partido que veía del campeonato (coincidían con mi llegada a casa del trabajo), me entusiasmé y lo acabé de ver.
Poco entendía del juego pero no me aburrí: al ser la cancha más pequeña que la de un campo de fútbol, es mucho más dinámico y ameno, con un ritmo más parecido al balonmano o al baloncesto. Y resulta que es la séptima vez que España es campeona de Europa, lo que merece apenas medio minuto en los informativos. País, que diría Forges.
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