No es la primera vez que os menciono mi odio por los mosquitos, especie que carece de efectos positivos en nuestro ecosistema. Si alguien tiene la capacidad de rebatir mi afirmación, que no se moleste, que no va a cambiar mi opinión sobre semejante plaga dañina.
Pensaba que este verano me libraría de ellos, pero no: a finales de agosto empezaron a atacarme y así siguen en octubre. Tanto que han llegado a causarme unas ampollas tremendas, dignas de una película gore.
Para colmo, me he enterado de que los mosquitos prefieren la sangre del grupo 0, que es justamente la mía, por lo que les resulto irresistible. ¡Es que no se puede estar tan buena!
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