Estoy terminando de leer "Desengaños amorosos", de María de Zayas y Sotomayor, una autora del siglo XVII que se ocupa un poco de la penosa situación de la mujer, defendiéndola desde la posición que cabe en una persona noble del siglo XVII, es decir, desde una perspectiva básicamente conservadora en el sentido de que, por supuesto, no cuestiona el papel de la mujer como madre y esposa, ni tampoco el orden social basado en el derecho de sangre. Lo que ella ataca, mediante la exposición de casos pretendidamente reales (espero que no, porque algunos son realmente espeluznantes) es que los hombres, los máximos beneficiarios de la moral social basada en la honra, no paren de solicitar a las mujeres con propósitos muy poco honrosos, que las abandonen y menosprecien cuando han conseguido dichos propósitos, y cuando no lo consiguen, que las violen, las maten, y luego digan que no hay una buena.
Como imaginaréis, las historias acaban como el rosario de la aurora, ya sea la protagonista culpable (de haberse enamorado de su galán y entregarse a él creyendo en sus promesas de matrimonio) o inocente (se casa debidamente, pero el marido se cansa de ella o sospecha que quizá le podría llegar a engañar).
Es curioso comparar este conjunto de historias con el "Heptamerón" de Margarita de Navarra. Pese a que la moral de fondo es la misma, entre las prácticas sociales de la Francia de finales del XV y principios del XVI y la España imperial de la primera mitad del XVII hay todo un abismo de tolerancia. Que yo recuerde, el final más cruento del "Heptamerón" es para un caso de incesto, mientras que en los "Desengaños" la violencia más terrible atraviesa todas las relaciones familiares, empezando por los padres hacia sus hijas (y a veces sus hijos, si éstos se casan con una persona poco conveniente en cuanto a nobleza o riqueza) siguiendo por los hermanos y terminando por los galanes y los maridos. Hay emparedamientos, degollamientos, desangramientos, violaciones, ojos sacados, humillaciones sin cuento, y pare usté de contar.
De todas formas, me parece que la autora carga un poco las tintas: no creo que ningún sistema social que acepta en sus costumbres (la ley es otra cosa) semejante violencia pueda durar mucho tiempo. Toda norma social perdura si asegura protección a quienes la cumplen: si ni siquiera quienes la siguen están seguros, no puede durar mucho tiempo.
Por cierto, la solución que aporta la Zayas a sus coetáneas es la retirada al convento, el único lugar donde las ve seguras de las acechanzas de los hombres, no ya en cuanto a su honra, sino en cuanto a su vida.
Tampoco es eso, me parece a mí.
En fin, una lectura interesante.
lunes, 8 de octubre de 2007
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5 comentarios:
Hola Carolina!
Si Maria Zayas cargó las tintas en sus relatos, puede que si, pero también hemos de pensar que, según los libros de historia, el siglo XVII fue un siglo de tal decadencia y miseria económica en España, que ni antes ni después se ha conocido nada igual (esto me impactó cuando lo leí). Por tanto, me imagino que esta mujer vería de todo y más respecto a la mujer de clase baja, que era el último eslabón en cuanto a la degradación(recordemos que hasta los años 50 del siglo XX la mujer no podía abrir cuentas bancarias sin el permiso de su marido y hasta prácticamente ahora el marido nos podía asesinar impunemente).
En fin, demos gracias por haber nacido ahora.
Besitos.
Leyendo las interesantísimas reflexiones sobre la obra de María de Zayas y todas esas barbaridades que las de nuestro sexo tuvieron que padecer en épocas pasadas, no podemos por menos que sentirnos privilegiadas de vivir en el siglo XXI. Lo malo es que nuestra generación tampoco se libra de ciertas lastras: el hecho de pasar por una transición, y no me refiero a la política sino a la socioeducativa, nos deja en cierta medida ancladas en las creencias de nuestras mayores y a caballo con los vientos de libertad sexual con el consiguiente embrollo mental, a diferencia de las veinteañeras de hoy que lo tienen todo diáfano, según parece, aunque puede que me equivoque.
A este respecto, me llamó la atención el comentario de una de las protagonistas de “Sushi para principiantes”:
“Aceptó que la vida de la mujer moderna era muy dura. Antes, la norma era que tenías que esperar cuanto pudieras antes de acostarte con un hombre. En cambio, ahora la norma era que si querías retenerlo tenías que entregar la mercancía cuanto antes.”
¿Qué hacemos, pues? ¿por dónde tiramos? Las viejas románticas como nosotras esperamos, no importa cuánto, a seguir los dictados del corazón.
Qué gracia, Conchi, "entregar la mercancía" jaja Yo pienso que no se debe de entregar a la mínima porque así no hay romanticismo, como bien dices, ni tensión sexual ni nada. Y además pienso que el pensamiento general de las mujeres es esperar un poco para estar seguras de nuestros sentimiento y de los de él.
Besitos.
Gracias, Conchi y Mari Pau por dejar vuestros comentarios. Yo pienso que cada época tiene sus pros y sus contras, y que hay momentos históricos en los que los comportamientos son más "estables" (y quizá más convencionales) y otras en los que los valores se transforman, con la consiguiente desorientación. Creo que la nuestra es una de esas épocas de cambio, y que la desorientación nos afecta tanto a chicos como a chicas. Eso trae desasosiego, pero tal vez también lleve consigo más oportunidades a la hora de elegir cómo nos comportamos.
Curiosamente, estoy también leyendo un libro titulado "El despertar de las mujeres", escrito por un tal José Enrique Ruiz-Domènec, con cuyas tésis no estoy muy de acuerdo, al menos por el momento. Digo curiosamente, porque menciona otra escritora del renacimiento cuya obra he leído hace muy poco: Margarita de Navarra, quien escribió "El Heptamerón", de clara inspiración boccacciana. Pues bien, respecto a la obra en cuestión, el tal Ruiz-Domènec dice que el tono es muy ligero, y que en ambos bandos (mujeres y hombres) hay un toma y daca, y que Margarita se ríe de cómo eran las relaciones entre los sexos. Bueno, en primer lugar habría que precisar qué se entiende exactamente por "maltrato": si es ponerse los cuernos, estoy absolutamente de acuerdo en que hay empate, pero si es maltrato físico, me temo que hay una ligera desventaja para las mujeres. Es cierto que a las mujeres siempre nos quedaba el recurso del veneno y demás, pero si nos pillaban, de la muerte no nos libraba nadie, mientras que el asesinato por causa de honor estaba más o menos tolerado. Además, tal vez Margarita no debería reírse tanto, visto cómo la fue con sus dos maridos, y que a la primera "amante oficial" de si hermano Francisco I, cuando éste se cansó de ella y la devolvió a su marido, éste la emparedó durante varios meses, al final de los cuales se apiadó de ella, la sacó de su encierro e hizo que sus hombres la abriesen las venas de brazos y pies delante de él.
Curiosamente, como digo, en dos de las historias que aparecen en "Desengaños amorosos" de la Zayas, sus protagonistas sufren emparedamiento y desangramiento por apertura de las venas de brazos y piernas.
Coincidencias, sin duda.
Otra amiga mía reflexionaba: antes, a un hombre le pedías una serie de cualidades; ahora, con que te quiera y no te pegue es suficiente.
Estaba exagerando, evidentemente, pero seguro que muchas lo suscribirían, en épocas pretéritas y, por desgracia, también en la actual.
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