viernes, 30 de marzo de 2012

Cementerio de pianos


Sinopsis:
Una Lisboa sin tiempo donde viven, sueñan, aman trabajan y mueren los personajes de esta historia. En el corazón de un taller de carpintería se encuentra el cementerio de pianos, lugar donde los instrumentos, a semejanza de los seres que lo rodean, han dejado de funcionar y se encuentran suspendidos entre la vida y la muerte. Lugar de exilio voluntario donde se reflexiona y se hace el amor, lugar de lecturas clandestinas, espacio recóndito de adulterios, patio de juegos infantiles donde se encadenan las generaciones.

Padre e hijo actúan como narradores e intercalan sus vivencias desde épocas y prismas diferentes. Desenmascaran la historia de la familia, en un lenguaje de sombras y luces, de silencios y risas, de miedos y esperanzas, de culpabilidad y perdón. Relatan historias de amor, urgentes e inevitables, hirientes, en las que el abandono, la violencia doméstica y los errores redimidos acaban siendo anulados por el poder de la ternura y el afecto. Hablan de muerte, no para indicar un fin, sino la renovación de una generación a otra.



Parece un libro prometedor a priori, con ese título tan poético. Empecé a leerlo poco después de mi cumpleaños, cuando me lo regalaron, pero no me acababa de enganchar, así que lo dejé para otro momento. Hace unos días me topé con él y lo retomé.

El autor nos sumerge en la historia de una sencilla familia de carpinteros portuguesa y lo hace jugando con dos tiempos a la vez, intercalando capítulos en los que el padre o el hijo hacen de narrador para ir desgranando los secretos y vicisitudes de sus vidas. Pero, ¿quién es quién, si se llaman igual? Aparte de los nombres coincidentes, de hechos similares o iguales, de saltos en el tiempo, el autor añade párrafos mezclados a los que se les debe prestar mucha atención para no perder el hilo y el rumbo. Todo esto cansa, cansa mucho. Para colmo, todo lo que pasa son desgracias. Se me puso por montera, os lo aseguro, aún no sé por qué lo acabé. Supongo que porque era el regalo de un amigo y se lo debía. Probablemente el pobre desconocía el rollo que me obsequió.

1 comentario:

Johnny dijo...

Mmmmmmmmmmmm, sin comentarios