viernes, 30 de octubre de 2009

Astérix cumple medio siglo


Aunque es un poco largo, os pongo este artículo que me ha encantado sobre el 50º aniversario de los libros de Astérix. Me aficioné a ellos cuando abrieron la biblioteca en Agost y más adelante llegué a comprármelos en francés, no sólo para practicar el idioma sino sobre todo para disfrutar de las peripecias descacharrantes de esos entrañables galos.

Si apenas levantas metro y medio del suelo, tu pelo y tu bigote son amarillos, vas embutido en un calzón rojo, tocado con un casco alado y te paseas por el bosque abofeteando romanos y cazando jabalíes en compañía de un gordinflón con trenzas, pocas luces y un perrito, una de dos, o eres Astérix el galo o te has saltado la medicación.
Como esta última opción es poco probable y como no es por ti por quien varias generaciones de lectores en cien idiomas –latín y griego clásico incluidos– festejan a carcajadas medio siglo de vida de carne y tinta, encomendémonos a Tutatis y busquemos al bravo y astuto guerrero al que realmente nos referimos en el lugar y el tiempo a los que pertenece.
Para ello remitámonos a las primeras viñetas de Astérix el galo, que apareció el 29 de octubre de 1959 en el primer número de la revista Pilote, y poco después como álbum:
"En el año 50 a. C., los galos, antepasados de los franceses, habían sido vencidos por los romanos después de larga lucha. Tras la batalla de Alesia, Vercingetorix depone sus armas a los pies del César. Toda la Galia está ocupada... ¿Toda? No. Una pequeña aldea (N. d. L.: nunca averiguaremos cómo se llama) resiste victoriosa al invasor, rodeada de cuatro campamentos romanos fortificados: Acquarium, Babourum, Laudamum y Petibonum. Todos los esfuerzos para vencer a estos fieros galos han sido inútiles, y César se pregunta: ¿quid?".

¿Por qué? Sencillo: porque desde entonces, tal y como lo concibieran los franceses René Goscinny (guión) y Albert Uderzo (dibujo), Astérix pone todo su ingenio al servicio de una única causa: seguir siendo el auténtico callo en el imperial pie de Julio César. Y para lograrlo no prescinde de la sabiduría y la pócima de la fuerza del druida Panorámix, la inquebrantable lealtad de Obélix, los graznidos del bardo Asurancetúrix, el don de mando del jefe Abraracúrcix ni de su primera dama Yelosubmarin, de los consejos de Edadepiedrix y hasta del pescado casi nunca fresco de Ordenalfabetix entre el resto de la impagable galería de pobladores de la ¿apacible? villa (a veces).
Llevan medio siglo haciendo temblar hasta las canillas de las legiones del César, rasgándoles los nervios a los más avispados comerciantes fenicios, haciéndole fruncir su hierático rostro a la mismísima Cleopatra y horadándoles la moral a un grupo de sufridos piratas en 33 álbumes que, con cuatro plumazos coloridos y unas cuantas frases, componen el mosaico de la antigüedad clásica más preciso, atractivo y convincente que la mayoría de novelas históricas al uso.

Pero no sólo eso. Mientras el tándem Goscinny-Uderzo mueve los hilos de la bulliciosa aldea gala y recrea tanto su vida cotidiana como los usos y las costumbres de la Roma imperial, de la Galia de Vercingetórix y del Egipto faraónico, se permiten el lujo de hacer continuas incursiones humorísticas al presente.
Mientras unas veces caricaturizan personajes franceses y europeos de la Historia galizándolos o romanizándolos –Otto Von Bismarck, Winston Churchill, Jacques Chirac y hasta The Beatles–, otras aprovechan los viajes de Astérix, Obélix e Ideafix para caricaturizar los estereotipos de naciones europeas contemporáneas.
En Astérix en Hispania (1969), por ejemplo, España aparece como esa región barata situada muy al sur donde la gente del norte va de vacaciones, formándose invariablemente tremendos embotellamientos en las vías romanas y poblada por algún que otro español típico ataviado de torero.
Pero ese es sólo uno, también están Astérix en Bretaña (1966), en el que los británicos están permanentemente bebiendo cerveza tibia e hirviendo de forma sistemática su comida, o Astérix en Bélgica (1979), donde cada vez que se materializa un belga en la viñeta lo hace aludiendo a las patatas fritas, que no llegaron a la Vieja Europa hasta siglo y medio después.
Sus disparatadas aventuras llevan cinco décadas conquistando lectores de todas las edades, ya que mientras los tortazos y los gags visuales enganchan a los más pequeños, los más entrados en años buscan las alusiones a la antigüedad clásica, los anacronismos, la caricaturización de figuras de primer orden sociopolítico y los constantes juegos de palabras.
De ahí que, mientras los galos sigan mostrándose irreductibles ante los romanos y temiendo que el cielo se les caiga encima, millones de lectores seguirán rendidos a los pies de Astérix y los suyos, ¡por Tutatis!


http://www.20minutos.es/noticia/547265/0/asterix/50/aniversario/

1 comentario:

Johnny dijo...

SIMPATIQUISIMOS EL BAJITO Y EL GRANDULON. ME GUSTARON MUCHO EN SU EPOCA Y AUN AHORA.