miércoles, 21 de septiembre de 2011

Suma y sigue

Sinopsis:
Desde que tiene ocho años, Grace cuenta todo lo que está a su alrededor: las letras que contiene su nombre, los pasos que da para llegar a su cafetería favorita, el número de semillas que contiene un pastel… Ahora, con 35 años, lleva una vida rutinaria donde no hay lugar para los imprevistos. Su obsesión ha acabado convirtiendo su vida en una suma continua y no puede hacer nada sin antes interpretar las cifras con las que se ha topado. Pero aparece Seamus, cuyo nombre completo suma 19 letras como el suyo (¡no puede ser casualidad!) y Grace deberá darse cuenta de que en los asuntos del amor, las matemáticas no tienen cabida.

Más de una vez hemos comentado por aquí lo terrible de las enfermedades mentales. Precisamente hoy es el día mundial del Alzheimer, esa dolencia tan cruel. Volviendo a la novela, la protagonista sufre un Trastorno Obsesivo Compulsivo que la obliga a contarlo todo sin parar, lo que provoca situaciones divertidas para el lector, no tanto para ella. Curiosamente, hay una etapa en que parece que mejore su estado y es cuando encuentra pareja y mantienen relaciones sexuales frecuentes. No me parece muy científico que el sexo palie un TOC, pero no soy psicóloga para opinar. De todas maneras, tal situación dura poco, recae y se plantea asistir a terapia. Aquí viene el dilema: ¿qué es preferible, seguir con ese TOC y todos los inconvenientes que conlleva o aplacarlo a base de medicamentos que casi anulan la personalidad? Como siempre, la solución está en el término medio, pero, ay, qué difícil es encontrarlo.

5 comentarios:

Johnny dijo...

Las enfermedades mentales son un caso delicado, para quien lo sufre y para los familiares. Es algo que quisiéramos no padecer nunca.

carolina dijo...

Si las enfermedades físicas son terribles, las mentales tienen el peso añadido de la impotencia. No sabes cómo puedes ayudar a un ser querido que la padece, porque es algo tan etéreo que no tienes por dónde agarrarlo del cuello.
Y si encima sospechas que el enfermo en cuestión (no lo digo por el Alzheimer, ni por muchas otras enfermedades con síntomas neurológicos físicos, sino por los extravíos de la conducta) no pone lo que tiene que poner de su parte para estar mejor, entonces el panorama es frustrante.
Conchi ya sabe de lo que (o más bien de quién) hablo.

carolina dijo...

Respecto al libro que comentas y a los presuntos beneficios del sexo como tratamiento para el TOC, Conchi, yo diría que las endorfinas generadas por el (buen) sexo pudieran tener algo que ver con una posible regresión de la enfermedad. Además, ¿qué es lo que desencadena el TOC? ¿No tendría que ver con generar una conducta de defensa contra una realidad que se siente peligrosa y amenazante? Si el sujeto percibe más amigable el mundo exterior, a lo mejor los síntomas se atenúan. Curar la enfermedad, eso ya no lo sé.

Mari Pau dijo...

A ver, de estos temas soy bastante experta porque tengo a veces ansiedad patológica (es decir, sin causa exterior). Tanto la depresión endógena (sin causa exterior), la ansiedad, y el TOC son enfermedades en las que fallan los neurotransmisores cerebrales porque la cantidad de dopamina o serotonina no es exacta. Por tanto, la medicación que se toma es la misma en las tres enfermedades y ésta medicación para regular la serotonina no es adictiva ni transforma la personalidad, sólo si se toma en dosis elevadas puede haber efectos secundarios como somnolencia o sequedad bucal... (otra cosa son los medicamentos ansiolíticos para crisis de ansiedad puntuales-benzoacepinas etc... que éstos sí crean adicción sí se está años con ellos).
Por tanto los enfermos con TOC sí es recomendable tomar medicamentos además de asistir a terapias psicológicas cognitivas-conductuales para cambiar esos miedos y rituales para aplacarlos. Estos medicamentos sólo se toman en temporadas de crisis, después se pueden dejar.

Mari Pau dijo...

Y decir también que tanto el TOC como fobias y ansiedad son miedos patológicos en los que el sufrimiento puede llegar a grados extremos, la tranquilidad (qué buena palabra) desaparece... Y en la depresión las ganas de vivir y la ilusión desaparecen... Definitivamente hay que tomar medicación en las crisis y asistir a terapias sí o sí porque la gente no entiende que no son cosas de cambiar el pensamiento a voluntad del paciente, el paciente no tiene reguladas la dopamina por tanto él no puede hacer nada aunque desee estar bien, no puede.
Muchas veces la gente le dice al paciente que está tonto, que no haga rituales, que no tenga miedo, que tenga ganar de vivir porque no carece de nada pero no depende éso del paciente, qué más quisiera él, es la maldita química cerebral la que no le funciona.