viernes, 3 de febrero de 2012

Anécdota mía.


Hoy, 7 de la mañana. Salgo de mi casa corriendo porque el frío intenso se me mete por todo el cuerpo. Tardo un minuto en llegar al coche, entro y conduzco a mi trabajo. Cuando llego al instituto, la misma operación, salgo corriendo del coche y entro, también en un minuto. Al cuarto de hora dando clase, siempre de pie porque controlo mejor a mis alumnos, noto un fuerte pinchazo, intenso, en mi pierna derecha. Para que después digan que no somos sufridos, continúo dando clase disimulando porque la pierna me duele mucho. Qué será? me pregunto... los alumnos no notan nada y yo aguanto, esperando a que se me pase pero sólo ha disminuído levemente el dolor. Cuando, por finnnn, suena el timbre para la siguiente hora, voy rauda al aseo a quitarme la bota alta que llevo a ver la zona del dolor... Sorrrrprressssa, en la parte baja, casi en el tobillo, me encuentro una abeja ya muerta. Qué hacía esta pobre mujer dentro de mi bota? cuándo se metió? por qué? cómo? El caso es que se ve que tenía mucho frío y allí estaba calentita, y en tan estrecho pasaje entre mi bota y mi pierna, en el corto trayecto en que estuve al aire libre... allí que se metió como pudo la buena señora; después como no pudo salir se vengó pinchándome con ganas porque me atravesó la media de lana que llevava y llegó hasta la carne. Ahora todavía tengo un hermoso hinchazón.

3 comentarios:

Conchi dijo...

Que no sea nada. Seguro que tu maridito te aplica un remedio casero para que te baje la hinchazón y puedas descansar.

Johnny dijo...

Lo bueno es que no fue algo físico, enfermedad d ela pierna...una pobre abeja se desquitó en ti antes de morir. El dolor es soportable y pasa en pocos días.

márian dijo...

Os contaré otra anécdota real de encuentros inesperados. Como en un cuento: Hace mucho tiempo, me encontraba hastiado de buscar las gafas, también empezaba a enojarme conmigo mismo, pues sabía que no debían estar demasiado lejos ya que las recordaba cuando entré en el baño de casa, donde me encontraba. En un flash, al límite de mi paciencia, se me ocurre decirme frente al espejo..." ¡Dónde la has dejado, hijo mío !. No me dío tiempo a terminar la frase...¡ las llevaba puestas !. Solo puedo decir a mi favor que solo me ha ocurrido una vez. Es lo único que me salva un poco. Saludos.