jueves, 10 de mayo de 2012

El monje que vendió su Ferrari


Sinopsis:

La maravillosa y ejemplar fábula de un abogado que rompe las ataduras de su vida mundana, para iniciar un camino de autoconocimiento entre los sabios del Himalaya. Travesía vital, narración de garra y una estimable guía para el estresado lector occidental.

Cada vez que acabo de leer un libro de autoayuda, me digo a mí misma: Una y no más, Santo Tomás. Pero pasa el tiempo, no me acuerdo y termino por picar en alguno de esos que tienen repercusión mediática. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, me digo (qué refranera estoy hoy) y le doy una oportunidad a este monje que vendió su Ferrari y se marchó a la India a meditar y a reencontrarse consigo mismo.
Primera observación: si no tienes pelas para viajar a la India, mejor ni te molestes. Sí, puedes intentar aplicar las normas budistas en casa, pero ni de lejos va a ser igual.

El exabogado de éxito, a través de varios monjes y seres místicos que encuentra en el camino, llega a una especie de monasterio escondido en las montañas y que no ha visitado nadie en muchísimo tiempo. Allí, los Sabios de Sivana le enseñarán las 7 virtudes eternas de la vida esclarecida, para que su vida tome el rumbo correcto, con la condición de que las comparta con el mundo.

Las 7 virtudes se explican a lo largo de 7 capítulos del libro, en forma de fábulas que contienen un símbolo, para que al imaginarlo nos venga en seguida a la mente la lección que llevan asociada. Son:

1. Dominar la mente - el jardín esplendoroso
2. Seguir el propósito - el faro imponente
3. Practicar el kaizen - el luchador de sumo
4. Vivir con disciplina - el cable de alambre rosa
5. Respetar el tiempo propio - el cronógrafo de oro
6. Servir desinteresadamente a los demás - las rosas fragantes
7. Abrazar el presente - el sendero de los diamantes

Si se analizan bien, son simples medidas de sentido común que no pueden hacer daño a nadie, pero que no me convencen, quizá porque carezco de la voluntad para, por poner unos ejemplos, hacerme vegetariana o levantarme a ver salir el sol todos los días.

Lo dicho: una y no más…

3 comentarios:

Johnny dijo...

Si que los consejos son buenos y siempre es algo de lógica aplicada. Pero al igual que Conchi no me animaría al vegetarismo (amo la carne grrrrrrrr) y no todos los días vería al amanecer, soy muy dormilón jejejejejeje.

lapurautopía dijo...

Yo es que sigo siendo desconfiado y cuando alguien me tiende una mano para cruzar y la otra la posa suavemente en mi culo.... Ese no lleva buenas intenciones.

Johnny dijo...

Hay que saber distinguir entre quien te da la mano y quien te toca donde no debe, si es así, desconfía plenamente.