Carcassona

En nuestro último viaje a Gerona dedicamos un día a visitar la ciudad francesa de Carcassona, que está bastante cerca (a dos horas) de la frontera. Por qué ir allí? Preguntareis. Porque en realidad no hay una Carcassona sino dos: la ciudad moderna, que no tiene interés específico y la ciudad medieval, situada en un promontorio cerca del río; ésta ciudad medieval es la interesante visita. Esta restaurada y conservada amurallada tal y como estaba en la Edad Media, con el castillo del conde Roger Trencavell, con el foso y con callecitas estrechas con casas de piedra.

Para los que conocemos su historia y somos sensibles a las antiguallas y viejas tragedias que nos tocan de cerca, la ciudad medieval de Carcassona nos produce cierta melancolía y desasosiego. De hecho, no soy yo la única rara avis, por lo visto muchos catalanes la visitan hasta el punto (sorpresa mayúscula) de haber editado los franceses un libro turístico sobre la ciudad en catalán (lo compré, pero es muy malo, para libro bueno sobre su historia está el de Jesús Mestre i Rodes Los cátaros ).

En la Edad Media la Francia actual no existía, estaba dividida en dos: el norte, con su lengua actual, y el sur con su lengua occitana y su cultura de trobadores del amor cortés (el corpus de poesía más extenso y bueno de la Edad Media). Pero todo esto acabó cuando Simon de Montfort, general de los franceses del norte, aliado con el Papa invadió Occitania con la excusa de convertir a los cátaros occitanos (rama cristiana a la que el Papa declaró herejía). El rey catalán Pedro I, padre de nuestro Jaime I el conquistador de Valencia, ayudó a los occitanos pero perdió allí la guerra y la vida.

Carcassona y otras ciudades cátaras fueron arrasadas, muchos occitanos fueron quemados en hogueras; a Simón de Montfort se le atribuye la frase famosa de “matadlos a todos (cátaros o no) y Dios ya sabrá elegir a los suyos”.