martes, 22 de febrero de 2011

Voto de silencio


Queridos amigos: Sigo encamada.

La noche del domingo al lunes fue horrorosa por el dolor de garganta y de oídos. A duras penas me salía la voz del cuerpo el lunes por la mañana cuando fui a trabajar. Ni os cuento cómo salió la clase de inglés: mi pronunciación era tan nasal que parecía oriunda del centro de Texas. Me fui directa al centro de salud porque ya no podía con mi alma. Cuando a primera hora pedí cita por teléfono, me avisaron de que no estaría mi médico. ¿El sustituto es el mismo que estaba de guardia el sábado?, pregunté. Menos mal que la respuesta fue negativa, porque ni me habría molestado en ir.

Me encontré con una doctora encantadora. En cuanto le dije que llevaba más de una semana resfriada y que era mi tercera visita, me contestó que era hora de darme antibiótico para la faringitis, que un resfriado normal no dura tanto. Al explicarle en qué consistía mi trabajo, replicó que no podría realizarlo en un par de días porque lo mejor era que estuviera callada lo más posible, y que me haría un papel ordenándome reposo domiciliario por dos días al menos. Quizá le parecí una ignorante al preguntarle qué tenía que hacer con ese papel, pues en todos los años que llevo trabajando, nunca se me había presentado la coyuntura de tener que quedarme en casa un par de días faltando al curro. Del ambulatorio fui al ayuntamiento a entregar el papel, a la farmacia a por el medicamento y a casa a comer y a acostarme.

Hoy he pasado el día en cama y me congratula decir que me encuentro mucho mejor (al menos anoche dormí bastante). Era de esperar, siguiendo el ejemplo de Pedro que, tras el primer día de antibiótico, estaba prácticamente curado.

Sin hallarme restablecida del todo, creo que mañana estaré en condiciones de ir a trabajar, a ver cómo se porta mi garganta. Con lo que me gusta darle a la sin hueso, estoy harta de permanecer en silencio. ¡Quiero hablar!

Reflexión: si el tío ceporro que me atendió el sábado hubiese hecho caso a la descripción de mis síntomas y me hubiese recetado el correspondiente antibiótico, habría pasado lo peor de la convalecencia en el fin de semana, el lunes habría ido a trabajar medio restablecida y ni mis alumnos ni yo habríamos perdido dos días de trabajo. Luego se quejarán los empresarios de que hay demasiadas bajas.

1 comentario:

Johnny dijo...

Hay de médicos a médicos como en todo.Tuviste que pasar por un pésimo para encontrar al fin una verdadera doctora. Mejórate pronto para que vuelvas al blog, te necesitamos amiga querida. Descansa en cuerpo y la voz, te sentirás mejor pronto.