miércoles, 23 de diciembre de 2015

Paseando por las ciudades del pecado : Hamburgo.


Sant Pauli no sólo es el barrio más famoso de Hamburgo; es uno de los más célebres de Alemania y uno de los míticos “barrios del pecado” del planeta. Pero esa estupenda mala fama ya no define a St. Pauli. El mito está ahí: barrio portuario de farolillo rojo (en alguna de sus tabernas, la leyenda dice que tocaba el piano y se nutrió de ritmos lejanos un jovencísimo Brahms). Pero en los últimos tiempos, buscando suelo barato, han llegado tipos jóvenes y emprendedores, edificios exquisitos, locales de diseño. Es un caso de manual de eso que ha dado en llamarse “gentrificación”. De barrio prohibido ha pasado a ser un barrio obligado. Y su mala fama pasada se redime por la música. Como el éxito es contagioso, el contiguo distrito de Schanze hace tándem, y ambos territorios son ahora pura efervescencia. Aquí no rigen horas. Los relojes se derriten al estilo daliniano y muchos garitos permanecen activos las 24 horas del día.

 

El puerto es la clave, y el origen. Aunque el mar queda a 110 kilómetros, el río Elba permite un tráfico marino que ya en la Edad Media hizo de Hamburgo ciudad libre de la Liga Hanseática. Como antes los barcos tardaban días en cargar y descargar, el barrio daba alivio de noche a estibadores y tripulantes. Así que habría que empezar por ahí, por la calle del puerto ( St. Pauli-Hafenstrasse). En ella se encuentran las viejas instalaciones de ladrillo de donde ahora parten los minicruceros para explorar el tercer puerto de Europa; un paseo de apenas una hora muy recomendable. En la misma calle, aguas abajo, se alza el Fischmarkt, un must los domingos de madrugada: entre las 5.00 y las 9.00, aparte de subastarse pescado, trasnochadores del sábado y madrugadores del domingo se funden en una mezcla única de cerveza, café, arenques, ostras y bollería.
Podemos volver por la Davidstrasse al ombligo de St. Pauli: este no es otro que la Beatles-Platz. Un redondel en recuerdo de los melenudos ingleses, que empezaron aquí cuando no eran nadie. Tocaban a veces de teloneros, hasta 12 horas, en locales como Indra, Kaiserkeller, Stage Club… En la esquina con Davidstrasse, la comisaría más célebre de Alemania, Davidwache, preciosa; ha salido en cine y televisión, y alguna vez la visitaron los Beatles (y no como turistas precisamente). Casi enfrente, sigue el Salon Harry, la peluquería de los Beatles (que no se arruinó, pese a la moda mop top de greñas salvajes). Al lado, el St. Pauli Museum  cuenta muy bien la evolución del barrio. Una muestra viva está en la propia esquina: la Herbertstrasse, un callejón de unos sesenta metros de longitud y barreras que impiden ver el interior, solo para hombres, con escaparates donde se exhiben mujeres dedicadas a la prostitución.

Por la calle más célebre de garitos y nombre emblemático (Grosse Freiheit, gran libertad) nos colamos en Schanze  (barrio de Sternschanze). De una de sus grandes arterias, Neuer Kamp, arranca la Marktstrasse, la calle más indie, alternativa y obligada, un concentrado de lo nuevo y efervescente. Tiendas vintage o discos de vinilo se mezclan con moda chic o mercancías exóticas. Todo amalgamado por murales de arte urbano. El corazón de esta explosión de modernidad es un viejo matadero de 1892 (Alte Rinderschlachthalle). Allí hay de todo, desde taller o alquiler de bicis hasta bares jóvenes con música en vivo a las tres de la tarde (como Knust), y mucho movimiento vecinal y colaborativo. 
 
Un búnker descomunal de hormigón, que parece una fantasía de Piranesi, domina la Neuer Kamp y su prolongación, la Feldstrasse . Fue levantado en 1942, en apenas 300 días, en un intento para proteger el puerto (que fue destruido casi por completo). En ese búnker hay de todo: desde oficinas o apartamentos hasta bares archifamosos, alguno funcionando las 24 horas del día, como Uebel & Gefährlich (malvado y peligroso; el nombre lo dice todo).
Mapa de St. Pauli, barrio de Hamburgo (Alemania).
La Reeperbahn, la espina dorsal del barrio, es más que una rambla o milla del pecado: se ha convertido en auténtico Broadway hamburgués. Hasta luce en su pavimento la estrella de algún rockero como Udo Lindenberg, al más puro estilo Hollywood. Las compras en esta calle están orientadas al sexo: Erotica Boutique Bizarre, Condomerie (la más antigua de Alemania, con mucho humor en sus estantes) y un Museo del Erotismo. Acabar la tarde o empezar la noche puede ser un lujo en los bares de las Torres Danzantes, reciente icono arquitectónico: en Clouds, en la azotea, o en Mojo. Los clubes y bares de la Reeperbahn y calles aledañas no conocen horarios. En la Silbersackstrasse hay dos locales de moda, el bar de culto Silbersack y el Hasenschaukel, antigua panadería con música en vivo gratis.
La Spielbudenplatz, especie de rambla geminada de la Reeperbahn, concentra teatros como si fueran farolas: pegado al veterano St. Pauli está el Tivoli; pegado a este, el Schmidt, y pegada a este, la nueva Operettenhaus, todos dedicados al musical y signos visibles de la remodelación del barrio. 

2 comentarios:

Conchi dijo...

Hasta dónde llega mi ignorancia que desconocía el término "gentrificación". San Google me lo ha explicado.
Lo más parecido a un barrio de sexo es el de Amsterdam. Lo vi en el siglo pasado y me causó impacto.

Jesús dijo...

Se hablará largo y tendido de Amsterdam en la nueva sección paseos por las ciudades del pecado.
Somos afortunados de que el pecado exista, al menos, en los cinco continentes de los seis que he visitado. Me temo que la Antártida queda fuera de las crónicas de mi nueva sección.