La festividad de Todos los Santos se va reduciendo con el paso del tiempo más a un paréntesis en la actividad laboral para cumplir con la tradicional visita al cementerio local. Cada vez lo encuentro más absurdo, al igual que el culto que la Iglesia Católica profesa a sus difuntos. Al fin y al cabo, allí ya no queda nada de lo que hubo ni de lo que vendrá si se es creyente.
La mañana al menos era completamente primaveral, con un solecillo riquísimo que invitaba (¿?) a visitar el cementerio. Año tras año es el mismo acto social que sirve para saludar a personas a las que no se ve desde la misma fecha del año anterior. Afortunadamente. Si me parase a pensar que voy acercándome sin remedio a hacer compañía eterna a los difuntos residentes, se me helaría la sonrisa.
3 comentarios:
Conchi, a disfrutar de la vida mientras podamos.
I que nos quiten lo bailado
Mientras podamos volver a casa una vez hecha la visita a ese lugar, lo malo será el día que no haya vuelta.
Uf, humor negro, je
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