miércoles, 10 de febrero de 2010

Al servicio de la condesa


Ésta que véis aquí es Erzsébeth Bathory, una condesa que vivió en la zona de Transilvania entre finales del siglo XVI y principios del XVII. Es posible que a alguno no le suene de nada, ya que su historia es menos conocida que la de su paisano, el célebre Vlad Tepes, apodado Dracul. Pues sí, me temo que la señora condesa anduvo por el mismo camino que Drácula, ya que se le atribuyen las muertes de 612 doncellas a su servicio, aunque algunas fuentes dicen que fueron 650, supongo que por aquello de redondear. La causa de tales muertes fue, a decir de las fuentes históricas, la creencia de que su sangre la mantendría joven.
El caso es que ahora, como está de moda poner en cuestión la historiografía conocida, en parte por una comprensible desconfianza acerca de la objetividad de las fuentes, en parte por una actitud muy extendida y proclive a creer en conspiraciones de ocultación de la verdad que duran cientos de años y que no tienen otro fin que manipular al vulgo iletrado mediante escritos falsos que dicho vulgo tardó cientos de años en poder leer - más o menos hasta que la escolarización obligatoria alfabetizó a las masas desde mediados del XIX - la culpabilidad de la condesa en esos crímenes se pone en entredicho.
Reconozco que tengo cierta tendencia a no desconfiar de quienes se han dedicado a la investigación histórica, y que doy por sentadas aquellas verdades sustentadas por la historiografía oficial, por lo menos hasta que se demuestre fehaciente e indiscutiblemente lo contrario. Entiendo que la desconfianza sistemática hacia las fuentes escritas, atribuyendo manipulaciones interesadas a todo testimonio histórico que contradiga lo que a nosotros no nos dé la gana creer, impide cualquier tipo de avance en el conocimiento de la historia.
Volviendo al interesante caso de la condesa, si la asunción de su culpabilidad se basa en las actas del juicio que tuvo lugar contra ella, en las pruebas físicas (cadáveres y mujeres en distinto estado de agonía) encontradas en su castillo de Çsetje y en los testimonios de víctimas y verdugos, entiendo que ahí no queda mucho más que decir. Otra cosa es que, siendo la condesa propietaria de extensas tierras codiciadas por muchos, y siendo enemigo suyo el noble que llevó el caso, tampoco estaría de más una revisión de las fuentes por si fuera éste un caso de manipulación de la verdad, en el que el mito haya sustituido por completo a los hechos que realmente ocurrieron. Lo que no puede ser es que, de buenas a primeras, porque yo lo valgo, porque me parezca que es una pobre mujer víctima de la secular injusticia histórica padecida por tantas mujeres, fuesen humildes o notables y porque mi sentido común (sin prueba documental o de otro tipo que lo apoye) me diga que una noble con poder de vida y muerte sobre sus siervos, poseedora de castillos separados entre sí por cientos de kilómetros, que vivió en tiempos turbulentos en los que la autoridad real o imperial era más bien débil, no pudo haber llevado a cabo semejante masacre sin ser descubierta y sin que sus impotentes y atemorizados siervos se rebelasen contra ella, ponga en cuestión alegremente lo que, en principio ha sido historiográficamente admitido.
Y lo que está historiográficamente admitido, hasta que historiográficamente se demuestre lo contrario, es que Erzsébeth Bathory, del enloquecido linaje de los Bathory, fue una asesina en serie que, siguiendo los consejos de una anciana llamada Darvulia, que vivía en los bosques que rodeaban su castillo de Çsetje, utilizó el poder de vida y muerte sobre las doncellas a su cargo para prolongar su juventud, siguiendo creencias ancestrales y muy extendidas sobre el poder regenerador de la sangre de las doncellas.
No os engañéis: hay muchas mujeres víctimas de complots urdidos por hombres para apartarlas del poder o destruir su reputación. La buena condesa, repito, hasta que se demuestre lo contrario, no es una de ellas.

8 comentarios:

ana dijo...

Carolina , miedo me da pensar que pueda existir gente así.

Johnny dijo...

Ya había visto algún reportaje del conde Drácula y de la condesa. Estamos hablando de una época en la que ser diferente era tener pacto con el diablo, la cacería de brujas acabó con mucha gente que lo mas seguro es que fuese acusada injustamente. Eran otros tiempos, gracias a Dios que nacimos en esta época, no creen?

carolina dijo...

Johnny, respeto tu opinión, pero he de contradecirla. Primero: por lo general, las personas acusadas de brujería (muchas de ellas, en efecto, injustamente) pertenecían a clases medias o bajas. Se dio algún que otro caso de acusaciones en las que estaban implicadas gente de la nobleza. En estos casos, hay que examinar si hubo motivos políticos muy fuertes, dado que la acusación de brujería, si podía ser probada de algún modo, era un buen medio para desembarazarse de rivales políticos.
No obstante, a Erzsébeth, que yo sepa, jamás se la acusó de brujería propiamente dicha. Se la acusó de asesinato, si bien con ingredientes esotéricos, pero no de brujería. Además, su alcurnia era tan alta (estaba emparentada con la realeza de Polonia) que sólo unas pruebas irrefutables pudieron haber llevado a un tribunal a condenarla. No se empieza un proceso contra la prima del rey de Polonia basándose en rumores y pruebas falsificadas, sobre todo porque si se descubre el pastel, la acusación por perjurio, dentro de los horrendos códigos penales que había por esas tierras, se pagaría muy, muy cara.
Pero bueno, quien quiera seguir creyendo en su inocencia es muy libre de hacerlo.
No se trata de una pobre viuda con conocimientos médicos que quiera vivir su vida al margen de los valores sociales establecidos y, por lo tanto, se monta la maquinaria inquisitorial contra ella. Es un miembro de la más alta aristocracia magiar cuyas taras hereditarias y el poder del que disponía la convirtieron en un monstruo.
Cuando se encuentre una carta autentificada del conde Thurzó (su enemigo) confesando que todo fue un complot, entonces, y sólo entonces, creeré que se ha cometido una injusticia con Erzsébeth.
Y Ana, claro que existe gente así, aunque sólo sean el 1% de la población y no posean los recursos de la señora condesa para hacer el mal. No obstante, cada uno se arregla como puede: el jefe tóxico acaba con la moral y la autoestima de su empleado, el padre (o la madre) tirano destroza la vida de sus hijos... No todos tenemos castillos con sótanos y pasadizos donde podemos hacer nuestra voluntad a gusto.
Hay personas malvadas, eso es todo.

carolina dijo...

De todas formas, estaría bien abrir un debate sobre el caso, que eso siempre viene bien para animar el blog.
¡Venga, gente, animaos y participad!

Conchi dijo...

Recuerdo haber visto un reportaje sobre este personaje en "Cuarto milenio". Lo que no recuerdo es si la absolvían o no, porque a las horas que echan el programa, aunque a veces me interese, no suelo tardar en quedarme dormida.
Por desgracias, existen seres así de criminales, nos los muestra la TV con demasiada frecuencia. Y ésos son los que se descubren. ¡Cuántos habrá de los que nada se sepa!

Mari Pau dijo...

Yo siempre estoy con los historiadores que han estudiado el tema y saben los pormenores y si ellos concluyen que esta condesa fue una asesina, yo estoy con ellos.

Johnny dijo...

No me refería precisamente a la condesa, sino que en la antiguedad la gente sufria de muchas injusticias, por la ignorancia de esas épocas. Con los datos de sus crímenes de seguro si fue culpable. Y coincido que en la actualidad hay gente asi y peores por desgracia.

carolina dijo...

Ya lo creo que era así, Johnny. De hecho, la caza de brujas (y brujos, que también los hubo) podría considerarse uno de los más grandes crímenes contra la Humanidad. También la Justicia tiene en su haber algún que otro traspié, a veces más por negligencia y falta de medios que por un complot deliberado. Hay una novela que recomiendo fervientemente y que se titula "La octava víctima". Está escrito por P.D. James en colaboración con otro escritor (no me acuerdo cómo se llama) En realidad es más el relato de una investigación que una novela propiamente dicha. Resulta que a principios de siglo XIX se cometieron siete horrendos crímenes en un barrio muy poco recomendable de Londres. Su sanguinario ensañamiento les señala como posibles precedentes de los que llevó a cabo Jack el Destripador. Pues bien, tras la pertinente "investigación" se arrestó de buenas a primeras a un pobre marinero que tuvo la desgracia de ser visto cerca de las escenas de los crímenes. Se le juzgó y se le condenó a morir. Es por eso que los dos escritores revisan minuciosamente el caso y, tras consultar las actas y documentarse bien llegan a la conclusión de que hubo una "octava víctima", que fue el hombre al que se ajustició.