Dos cartucheras y un destino

Sinopsis:

«Mi nombre es Eva y soy fotógrafa. Cuando lo dices en una fiesta todo el mundo te imagina subida en un árbol esperando a que un tigre de bengala se abalance sobre su presa para publicar la foto en la portadadel National Geographic o rodeada de los mejores bailarines de capoeira del mundo, que posan en tanga para un calendario benéfico.Nada más lejos de la realidad. Llevo cinco años de mi vida trabajando para la cadena de supermercados Muchohiper y lo más excitante que me ha ocurrido es que unos cangrejos de río se salgan de plano.»

Así empieza esta divertida novela. Eva no sabe que su vida va a cambiar por completo y que conseguirá dejar atrás una madre opresora cuyo sueño es que su hija se case con un rico ingeniero de Bilbao, un jefe despótico, una dieta tiránica, unos michelines de más y un libro de autoayuda con un curioso mensaje: jamás seas tú misma. Con este equipaje y sus dos cartucheras Eva Zárraga emprenderá un hilarante viaje hacia su destino. Idoia Bilbao nos presenta, con su característico sentido del humor, una historia repleta de aventuras y desventuras, de difíciles decisiones, de las situaciones más alocadas y los sentimientos más auténticos.

Me han prestado esta novela escrita por Idoia Bilbao, de la que sólo conocía su faceta de tertuliana del corazón. Por cierto, hace tiempo que no la veo por la tele.

Bebe directamente de las fuentes de Bridget Jones y del ingente caudal literario que a partir de su éxito surgió, llamado “chick-lit” o literatura para mujeres. Contiene todos los tópicos habidos y por haber: treintañera con problemas de sobrepeso, complejos varios, autoestima por los suelos y un ansia desmesurada de encontrar novio, a ser posible guapo y rico que le proporcione una vida de lujo y glamour. Tras mil y una peripecias, la mayoría previsibles, llega el inevitable desenlace feliz.

Aunque lo pueda parecer, no pretendo echar por tierra este libro: está aceptablemente escrito y contiene comentarios y momentos divertidos, quizás demasiados pues parece que se empeñe en meter con calzador alguna gracieta cada dos líneas. Se lee con mucha facilidad y una sonrisa en la boca, lo que no está mal para estos tiempos.