miércoles, 23 de enero de 2008

El abanico de seda


Como prueba de su buena estrella, Lirio Blanco, una tímida niña de siete años, hija de una humilde familia de campesinos, será hermanada con Flor de Nieve, que vive en un pueblo lejano y es de muy diferente ascendencia familiar. Por medio de una ceremonia ancestral, ambas se convierten en laotong («mi otro yo» o «alma gemela»), un vínculo que dura toda la vida y que será más profundo que el matrimonio. Desde el principio, y a lo largo de los años, Lirio Blanco y Flor de Nieve se intercambiarán mensajes en nu shu (lenguaje comprendido únicamente por mujeres) escritos en un abanico de seda, que las sirvientas llevarán de una casa a la otra. En abanicos y pañuelos darán cuenta de lo que nadie conoce: sus más íntimos pensamientos y emociones, y gracias a esa vía secreta de comunicación se consolarán de las penalidades del matrimonio y la maternidad. El nu shu las mantendrá unidas, hasta que un error en la interpretación de uno de los mensajes amenazará con truncar su profunda amistad.


Escrita con la objetividad de un historiador y la pasión de un novelista, la obra ofrece un vívido retrato de la vida de las mujeres en la China rural de hace apenas cien años y revela una perspectiva fascinante, desde el vendaje de los pies hasta los pormenores de la azarosa realidad cotidiana de las mujeres, invitando al lector a realizar un viaje difícil de olvidar.

Este libro que acabo de leer es tan emotivo como enervante al ver la situación de las mujeres chinas en el siglo XIX. Su valor era menor que el de un perro; su único objetivo, parir varones y dar satisfacción sexual al marido por medio de la bárbara tradición de atrofiarlas y deformarlas vendándoles los pies de pequeñitas hasta que se les rompieran los huesos. Os juro que me atacaba los nervios leer las penurias que pasaban en nombre de la sacrosanta tradición, y ellas tan conformes. Dile a una occidental eso que “de niña, obedece a tu padre; de casada, a tu marido; y de viuda, a tu hijo” y las risas se oirán en la China, nunca mejor dicho.

1 comentario:

Mari Pau dijo...

Me dan rábia las mujeres que no evolucionan y soportan toda clase de vejaciones contentas. No puedo con eso.