jueves, 17 de enero de 2008

El caballero del Templo


Acabo de leer las casi 600 páginas de El Caballero del Templo, que relata con precisión y minuciosidad el final de la Orden del Temple, renunciando a la especulación gratuita para ajustar la novela a los hechos comprobados y a sus protagonistas, según proclama el autor. Como está correctamente escrita no llega a hacerse pesada, aunque por momentos peca de repetitiva. Lo malo de las novelas históricas es que, a poco que se conozca el período o el acontecimiento que narren, pierden parte de la gracia pues ya se sabe cómo va a terminar. Para mi gusto, le falta también una intriga amorosa. Sí, se supone que los templarios debían ser célibes, pero es que el protagonista raya en la perfección pues no siente la mínima tentación carnal ni ante moras ni ante cristianas.

Con la derrota en la batalla por San Juan de Acre en 1291, definitivamente moría el sueño de consolidar un reino cristiano en Tierra Santa. Hacía ya casi dos siglos desde que en la explanada del Templo de Salomón, en Jerusalén, se fundara la Orden del Temple, una de las más controvertidas, manipuladas y falseadas de cuantas instituciones fueron creadas a lo largo de la historia.


El protagonista de esta novela, el caballero templario Jaime de Castelnou, es testigo del final de una época en la que los ideales caballerescos y cruzados fueron borrados por la ciega ambición de papas y reyes. En los años más convulsos y terribles de la Edad Media, Castelnou recibe el encargo del Temple de evitar que la más preciada reliquia de la Cristiandad, el Santo Grial, caiga en manos de sus enemigos.

3 comentarios:

Mari Pau dijo...

Vaya tostón de novela, para mi el protagonista está lejos de ser perfecto, es frío, fanático y misógino. Esto último era corriente en la edad media pero en la actualidad la religión cristiana lo tiene en plena vigencia.

Mari Pau dijo...

Perdón, la religión cristiana católica porque la anglicana ya evoluciona.

carolina dijo...

Pues la verdad es que, por lo menos para mí, una novela ambientada en la Edad Media sin un poco de condimento amoroso me deja más bien indiferente. Bueno, si trata un tema muy interesante y lo hace con rigor y buena literatura, me puede llegar a gustar, no digo que no. Hablando de pescados fríos, me acuerdo de una novela que leí hace tiempo, "El conde Godofredo", que hablaba de un conde normando (de los normandos que se establecieron en Sicilia) y habla de su vida, sus gestas, logros y demás. Creo que al final acaba en las cruzadas. Pues bien, el tal Godofredo era un buen guerrero, excelente administrador que apreciaba por encima de todo la eficacia donde quiera que se encontrase, tenía instinto político ... y era absolutamente casto, en el sentido de que jamás sintió tentación carnal alguna (ni por hombres ni por mujeres) y se había hecho a sí mismo la promesa de que sólo se casaría cuando el rey de Francia le concediese la mano de su hija: o sea, por poder. Cuando al fin murió, el autor llega a decir que no le fue necesario confesar sus pecados, ya que moría en estado de perfección. Lo que no entiendo es cómo se puede calificar de perfecto a alguien que sencillamente no es humano. Ni un sentimiento de calidez aflora en ninguna de las páginas: ni por su padre, por sus hermanos ... nada. Sólo frío cálculo, templada camaradería, ni siquiera odio. Era una buena máquina de batallar, una cabeza pensante, pero eso, en mi opinión, no es un hombre.
Yo también estoy escribiendo una historieta ambientada en una especie de pseudo Edad Media, en el sentido de que la ambientación es nula y lo sitúo en una tierra y un tiempo indefinidos para no pillarme los dedos. De estilo literario, mejor lo dejamos para prao, como decimos aquí. Pero al menos MI protagonista-tío perfecto tiene un poco más de sentimientos que todo eso.