Este libro se mueve entre lo espiritual y la autoayuda enmarcado en un viaje a pie de la autora por el desierto acompañada de una tribu de aborígenes cuyas leyes de convivencia nada tienen que ver con las nuestras. Esta extraordinaria aventura se convirtió para Marlo Morgan en un duro aprendizaje que la llevó finalmente al goce de una auténtica comunión con la naturaleza y con esa parte de su cuerpo y de su mente que ella desconocía.
La buena señora dice que su libro se puede leer como una novela o como un mensaje que, alto y claro, llegará al lector a las entrañas, a la cabeza, al corazón y a la médula de los huesos. Me temo que me enmarco en el primer grupo. Cada vez me dan más reparo las corrientes espirituales que se puedan convertir en comidas de coco. Me cuesta horrores, además, despegarme de lo más o menos terreno e inteligible y abstraerme hacia lo que se suponen planos superiores o menos tangibles, de ahí mi poca pasión por las matemáticas; mi limitada inteligencia no da para más.
1 comentario:
La leí ya hace muuuuchos años, cuando era joven. Yo me la tomé como novela de aventuras aunque sea trascendente.
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