viernes, 26 de septiembre de 2008

Adversos monachorum



Me han mandado un pepese con una historia de un monje budista, que en realidad es un señor francés llamado Matthieu Ricard, que un día lo dejó todo y que, según una investigación, ha dado el coeficiente de felicidad más alto del mundo. No, si ya he oído también casos de monjas longevas que dan niveles bajísimos de estrés y muy altos de satisfacción vital, pero a mí eso no me dice nada. Ya puestos, si le hacen ese test a una lechuga, seguro que también da unos niveles muy altos de satisfacción vital: no hay mejor cosa que quedarse quieto mientras tus raíces absorben los nutrientes del suelo y tus hojas hacen la fotosíntesis sin prisas. Pero no somos lechugas: somos mamíferos que han evolucionado a base de no conformarse con lo que les da su entorno natural, ni con lo que la vida les ofrece a priori. Hasta cierto punto, la humanidad nace del conflicto del individuo con lo que le rodea. Vale que el materialismo no nos da la felicidad, pero también hay que tener muy en cuenta que, por desgracia, para que esas personas tan serenas y felices puedan serlo, hay toda una población deslomándose para hacer los trabajos que les mantengan en esa vida de contemplación y oración. Por lo general, el resto de los mortales no podemos permitirnos el lujo de pasar nuestra vida en una celda, entre otras cosas porque si nadie trabaja, a ver de qué vivimos. Del aire no, eso seguro. Y de la gracia divina, pues qué quiere usté que le diga. En resumen, que tiene que haber un punto intermedio entre el ejecutivo que está a punto de tirarse por una ventana en Wall Street (seguro que hay más de uno que por lo menos lo está pensando) y la vida tranquila, casta y ordenada de un monje que realmente ya no vive en el mundo, al menos no entre la mayoría de sus congéneres; entre el frenesí de la codicia y la placidez del absoluto desapego tiene que haber una zona de plenitud posible, un equilibrio que se alcance sabiendo las metas a las que aspiramos, pero aceptando las condiciones presentes sin perder de vista la posibilidad de cambiarlas.

A ver, no es que me parezca mal que unos señores o señoras decidan retirarse del mundanal ruido y disfrutar de placeres sencillos, lo que no acabo de ver claro es la idea de que el método más rápido de llegar hasta el Creador sea pasando olímpicamente de su Creación. Soy de la idea de que si existe un principio divino del Universo, tarde o temprano llegaremos hasta él, hagamos lo que hagamos. Por eso, el cultivo de las virtudes no tiene como fin halagar a Dios, sino ayudar a nuestros hermanos por pura y simple empatía, sin esperar premios ni castigos. Y ni que decir tiene que la práctica o no del sexo no tiene absolutamente nada que ver con todo el asunto. Otra cosa es que la represión y posterior sublimación de las energías sexuales ayude a crear el estado mental adecuado para convencerte de que vas derechito hacia la divinidad. Pero siempre he opinado que si existe un Dios que realmente merezca la pena adorar, el pobre se llevaría las manos a la cabeza con las paridas que los profetas han dicho en su nombre. En este sentido, recomiendo a los asiduos del blog "Dioses menores", de Terry Pratchett, que es todo un tratado sobre el tema. En fin, supongo que con todo esto ya me he ganado un sitio en el próximo auto de fe. Me pido la pira del centro, que suele estar más calentita.
Por último, quisiera pedir disculpas por mi prolongada ausencia de este estupendo blog, pero entre las vacaciones y la montañita de trabajo que me he encontrado al volver, no ha habido manera. Menos mal que el panorama se va aclarando y las estanterías de trabajo pendiente se van vaciando. Así mismo, anuncio que pronto aparecerá el prometido resumen de "La clave Casanova". Tengo redactado lo suficiente para dejar un post, pero prefiero esperar a terminarlo y colgarlo todo de golpe, para que lo podáis leer de una tacada.
Saludos a todos y hasta pronto.

3 comentarios:

Conchi dijo...

Bienvenida de nuevo, Carolina, y que sepas que esperamos tu nueva creación literaria.

Respecto al tema que comentas, una de las cuestiones que no entiendo del catolicismo es la existencia de monjas de clausura. Conozco a una chica de Agost que ingresó en un convento y este mismo año cumplió los 25 años de reclusión. Porque a mí me parece una cárcel más que otra cosa, por muy voluntaria que sea.
Por mucho que se empeñe la Iglesia en considerarlas el motor de la idem, soy de la opinión que ayudarían más atendiendo enfermos o ancianos, impartiendo clases o dedicándose a cualquiera de las actividades que desempeñan el resto de las monjas. Tanto rezar, tanto rezar, ¿para qué? No tengo a Dios por tan vanidoso como para que estemos todo el santo día alabándole. ¿Dónde quedó aquel sabio refrán de “A Dios rogando y con el mazo dando”? Como puede que esté cometiendo sacrilegio, más vale que borre este comentario una vez leído, no sea que se entere Paco, el cura de mi pueblo, y me excomulgue.

Mari Pau dijo...

Carolina, cuánto tiempo sin leerte, me alegro de que vuelvas a este blog. Muy buena tu comparación de este ser humano felicísimo y relajadísimo (por no tener que trabajar duro para ganarse el sustento) con una lechuga.

Y Conchi, no tengas miedo a que Paco te excomulge porque él es el primero que se va de marcha, y se lo alabo.

Yo del catolicismo entiendo muy pocas cosas, la verdad y una de ellas es el reiterado machismo y su reticencia a cambiar: la mujer no puede ser cura, para los mandamases católicos, es mejor que sea monja de clausura.

maria esther dijo...

En nuestra reunion semanal en ramonet lo hemos hablado alguna vez.Propongo a Paco para papa y ya veras Mari Pau que pronto moderniza la iglesia y acaba con el machismo imperante en la iglesia catolica.
Si no cambian se van a quedar sin vocaciones.Los seminarios estan casi vacios.
Mujeres sacerdotes y que los curas se puedan casar.
Acabar con el sinsentido del celibato.
Estoy segura que Paco es loque necesita la iglesia catolica.