Campaña electoral en Agost

Este fin de semana me he animado a asistir a dos actos de campaña política de los partidos mayoritarios, sobre todo porque tenían lugar en la plaza de España, a un paso de casa, y no tenía que desplazarme hasta la Casa de Cultura. Me supo mal no haber ido al de la AIA pues me coincidía en horario laboral.

Con independencia del color político, los actos siguen la misma estructura: intervención de los candidatos locales en primer lugar para dar paso a otro autonómico, que suele tener mayor experiencia que los anteriores. Obviando el contenido, las formas son las mismas: somos los mejores, los otros lo están haciendo fatal (sea en el gobierno central, sea en el autonómico, según los casos), vamos a ganar, todo ello acompañado con gestos enérgicos y crescendos en la voz para desembocar en el aplauso ferviente de los partidarios y el más tibio de los restantes. Las nuevas tecnologías permiten la proyección de vídeos o power points que refuercen los puntos del programa electoral. Para concluir, suben al escenario todos los componentes de la lista municipal, más aplausos, con el anuncio de que a continuación se servirá un vino de honor.

Como a los mítines sólo iban los simpatizantes, cuatro gatos de la oposición con tal de conocer al enemigo y otros cuatro curiosos como yo, hace unas cuantas elecciones se impuso la estrategia de ofrecer papeo para atraer al personal, sobre todo a la tercera edad entusiasmados con todo lo que sea gratis. Los actos se llenan. Vino hay, pero honor más bien poco. Parece que estemos en tiempos de guerra y la gente se echa en torno a las mesas como si pasase hambre en sus casas. Después cada uno votará a quien quiera, pero primero habrá cenado unas cuantas veces a cargo de su partido y los otros. O a cargo del contribuyente, que es quien sufraga las subvenciones a los partidos.

En las fotos, de arriba abajo, los candidatos locales por el PSOE, PP y AIA, en fotos extraídas de sus respectivos Facebooks.