Desangrada otra vez

Hoy me ha tocado madrugar para ir al centro de salud a que me desangraran. No, no con sanguijuelas “médicamente muy entrenadas” como las que aplican a Demi Moore para rejuvenecerla. Sí, habéis leído bien: la mujer del actor Ashton Kutcher, de la que ya se conocen grandes inversiones monetarias en tratamientos de belleza, detalló en una entrevista con David Letterman que en el primer mordisco le dieron ganas de gritar, pero que una vez que se relajó, las sanguijuelas empezaron a beber su sangre y se sintió libre de toxinas. Si luego el buenazo de Ashton es capaz de besarla y acostarse con ella es que la quiere más de lo que se merece, por lo que le aconsejaría: Demi, hija, si el muchacho (no sé por qué) está coladito por ti, déjate de inventos raros, que con unas cuantas arrugas va a seguir queriéndote.

Bueno, a lo que iba: me han extraído la sangre con una vulgar jeringuilla. Recordaréis que hace unos meses me dieron un tratamiento de hierro a ver si paliaba la incipiente anemia que amenazaba mi salud. Hoy he ido a que me hicieran el análisis revelador, con el miedo de costumbre de que me perforaran las venas una y otra vez hasta encontrar una lo bastante fuerte que suministrara la pequeña cantidad de sangre suficiente que hablase de mis hematíes. He tenido suerte de que el enfermero que me ha atendido era el más experto y veterano. Advertido de ocasiones anteriores, ha preparado el instrumental de tortura y ¡oh milagro! de un solo pinchazo ha efectuado la extracción. Estoy que no me lo creo. Ahora, a esperar una semana a que lleguen los resultados a mi médica de cabecera.

Esta entrada podría haber sido ilustrada por una foto de sangre (más bien no), o de una sanguijuela o una de Demi (más o menos son lo mismo), pero he preferido adornarla con esta imagen de Ashton y dedicársela a Sonia. Que os aproveche.