viernes, 4 de junio de 2010

Peregrinatio II. Terminando-nos



Hola, compañeras y compañeros todos:

¿Cómo describir sucintamente lo que nos ha sucedido de unos días a esta parte? En mi memoria quedan sobre todo paisajes... paisajes del suelo de los caminos. Esto no es ninguna licencia poética, sino la pura verdad: resulta que en las últimas etapas hemos tenido que subir mogollón de cuestas y, como todo el mundo sabe, la mejor manera de subirlas es, bien a cuatro patas, bien mirando fijamente al suelo y tratar de no pensar en nada más. Bueno, sí, en la siguiente cerveciola que nos espera cuando encontremos el siguiente bareto medio clandestino que, gracias a Dios, todavía sobrevive al borde del camino.
¡Oh, pero los alojamientos! Apuesto a que ninguno ha pasado la noche en un hostal de camioneros y de dudosa reputación. Nosotras sí, ¡hala! Bueno, para quitar hierro a la cosa, hay que aclarar que, en lugar de rudos camioneros, lo compartimos con unos educados ciclistas catalanes. No obstante, hay que puntualizar, con vistas a mantener nuestra reputación, que nosotras no sabíamos dónde nos metíamos. Eso sí, cuando vimos la pinta del sitio y que, nada más llegar, la señora nos avisó de que no teníamos tele por que alguien afanó los cacharros del TDT, algo nos mosqueamos. Pero lo peor fue cuando, tras constatar que éramos las únicas chicas del local, a eso de las 3 de la mañana nos despertaron unos terroríficos gritos, como si estuvieran matando o simplemente degollando a alguien. Tras cerciorarnos de que estábamos en el pueblecito de Baamonde, y no en el motel de Norman Bates, nos quedamos muy quietas pensando cómo bloquear la puerta en caso de que alguien tratase de entrar con aviesas intenciones. Pero tranquilas, todo fue una falsa alarma. Uno de los ciclistas catalanes tenía un espantosa pesadilla. Estíbaliz aventuró, con buen tino, que probablemente estaba soñando con que le atracaban.
Aparte de eso, nosotras seguimos a lo nuestro. Es decir, a andar, a comer y a beber los productos típicos de la zona. Ya hemos añadido el ribeiro y el albariño a nuestra particular dieta de peregrinas. Creedme, lo necesitamos. Ayer, sin ir más lejos (por que no hubiérmos podido ni aunque el fantasma del motel nos siguiera) nos echamos 41.5 km entre pecho y espalda. Así tenemos el pecho y la espalda, claro. De los pies, prefiero no hablar, que os preocuparíais. Nuestras ampollas han criado y ya tienen descendencia. Qué más podemos pedir, no cabemos en nosotras de orgullo.
Nuestro compañero de viaje madrileño, que es podólogo, que no quiere que le demos más trabajo, nos ha abandonado temporalmente y se ha ido a su suite en la casa rural. Qué bien vive el muy cabrón. Bueno, pero lo que os quería contar es que tuvo que hacer un tratamiento de urgencia para las callosidades de vuestra compañera Carolina. Total, que paramos en una farmacia del camino y, tras examinar los pies de la susodicha, tuvo a bien recomendar una extirpación en seco con bisturí. Ya podéis imaginaros cómo se le pusieron los ojos al oír aquello. Cuando estaba a punto de mandar a Estíbaliz a por un "guisquecito doble con yelo" para la anestesia, el profesional volvió diciendo que no había bisturí de usar y tirar, luego habría de "conformarme" con unas almohadillas especiales. Ya os podéis imaginar el suspiro de alivio al oírlo.
El Camino nos sigue proveyendo de lo que necesitamos. Si nos perdemos, que es difícil debido a nuestro agudo sentido de la orientación (auxiliado por los cientos de mojones y flechitas amarillas) hay alguien que nos orienta y nos indica... un camino que da tres mil vueltas y añade al menos un par más de kilometritos a lo que sería la ruta seguida por la carretera según Santiago. Hemos vuelto a encontrar amayuetas, que están de vicio. Hemos encontrado también más peregrinos, que estar, tampoco es que estén de muerte (menos un chico holandés que estaba cañón y que no sabía lo que era "follar", al menos en español)
Esto último, requiere una aclaración, sobre todo para proteger nuestra reputación. Declaramos solemnemente, que la conversación no partió de nosotras, sino del Amo del Calabozo (no podemos adjuntar foto) Esto último también requiere explicación. Veréis, cuando paséis por el pueblo de Baamonde, os recomendamos comer en un restaurante al pie de la carretera, poco antes del famoso hostal de los aullidos. Se llama "Restaurante Galicia" y allí os atenderá un personaje local llamado Xuan Corral, hermano del famoso escultor Víctor Corral. Dicho personaje tiene una pinta que es clavada a la del "Amo del Calabozo", o bien al maestro de Kung Fu, el del "pequeño saltamontes". Pues bien, fue él quién sacó la conversación sexual al holandés cañón. Para que conste.
Como la mayoría de las iglesias, incluida la de Baamonde están cerradas, al menos hemos conservado la coartada cultural con la visita a la casa museo del susodicho escultor Víctor Corral, que es una ¡pasada! y que recomendamos vivamente a los que pasen por ahí.
Por último, quisiéramos señalar que lo que las guías dicen sobre el aprovisionamiento entre Baamonde y Sobrado es mentira: vale que pasas por el corazón de la Galicia rural y que la mayoría de los sitios son descampados y pueblines de cuatro casas, si llega, pero sí que hay al menos dos baretos donde reponer fuerzas con un poco de chorizo, bien de súper, bien casero, y queso de la tierra. Todo ello, por supuesto, regado con las correspondientes cervezas y la amena conversación con las señoras taberneras.
Bueno, hablando de cervezas, como ya voy por la segunda no sé realmente lo quesdoy esgribiendo.
Hasda brondo, snifff, snifff
Fesos jaminandes.....

2 comentarios:

Conchi dijo...

¡Qué voluntad tan admirable!
Como prueba de que el paso del tiempo afecta a unos más que a otros, está el hecho de que te hayas metido más de 200 km a pie entre pecho y espalda durante diez días soportando las inclemencias climatológicas y hayas sobrevivido, y que nosotros estemos igual de cansados tras casi 1000 km en coche –con aire acondicionado- en un fin de semana. Viejos prematuros, eso es lo que somos Pedro y yo.

Johnny dijo...

Ha de ser cuestión de fe, no creo animarme a caminar tantos km.