viernes, 4 de junio de 2010

Peregrinatio III. Laus Deo



Jeridod jombañeros!!!!!
Eddabos en Dandiago. Ebos llegao esda bañada. El dando (Zandiago) os banda reguerdos bara vosodros...
¡Aparta Estíbaliz! Ejem, ejem, bueno, ahora tomo yo el mando del teclodo... digo tecladio.
En fin, que por fin estamos en Santiago y lo hemos celebrado con el preceptivo arroz con bogavante... abundamente regado con toda clase de líquidos: agua, colacola, nestea... Bueno, vaaale: vermuses, cervesa, gibeiro, orugo...
La llegada ha sido bastante emocionante, ya que cabía la posibilidad de que Carolina se convirtiera en la Carlos Sáiz de los peregrinos: "¡Vamos, Carolina, que ya llegamos!- No puedorrr - ¡Mueve el culo, por Dios, que sólo faltan 100 metrossss!" Afortunadamente, el constante estímulo de Estíbaliz logró lo que parecía imposible. Renqueando, maldiciendo y renegando, pero llegamos las dos.
Antes que nada, mandar un caluroso recuerdo a los que diseñaron el Camino... y de paso a sus antepasados. Para entrar en Santiago nos hicieron dar una vuelta que acabamos mareadas y hechas polvo. Supongo que eso forma parte del tinglado peregrino, pero maldita la gracia que nos hizo. Por lo menos, el santo se compadeció de nosotras y nos mandó lluvia ligera, que por una parte nos hizo poner esos chubasqueiros con los que estamos la mar de atractivas (lástima que el holandés errante no estuviera allí para ver nuestra garbosa estampa!), pero por otra hizo más llevadera la subida al Monte do Gozo. Por cierto, nuestro gozo en un pozo, porque no pudimos asistir a la misa del peregrino y contemplar cómo el botafumeiro disimulaba lo peor de nuestros efluvios. No veáis la cola que había para conseguir la compostela, para dejar las mochilas, para entrar en la catedral... Menos mal que no había colas para el vermú, que si no, nos da algo. Por lo menos, lo pudimos compartir con gente de Santander.
Porque esa es otra: nos hemos encontrado alemanes, holandeses (ejem, ejem), madrileños(ejem, ejem, ejem), italianos, japoneses (o coreanos, que también puede ser), ingleses, americanas, chaquetas abandonadas, toallas tiradas; en resumen, de todo. Y, cómo no, también nos hemos encontrado paisanucos. Mensaje para Zalo: el primer cántabro que vimos llevaba puesta (con mucho orgullo) la gorra del Rácing. Como había salido trece días antes que nosotras, no sé si se habría enterado de que al menos ya no había que rogar al apóstol que salvara a nuestro equipo.
Hemos tenido momentos de todos los colores. Momento fallo, cuando, tras rodear toda la ensenada de Ribadeo, llegando hasta Castropol, casi nos metemos en la autovía. Momento sanguinolento, cuando, a la altura de Terra Chá, a alguien se le ocurre sangrar (no hay fotos disponibles, ¡hala!). Momento "no puedo dar un paso más", cuando llegábamos al hotel (jem, trjemmm) después de algunas etapas particularmente largas. Momento botiquín, al principio y al final de cada jod*** jornada, cuando la habitación parecía un dispensario. Momento místico, cuando pasábamos por llanos y bosques llenos de encanto, paz y tranquilidad. Momento "llamada de la naturaleza", cuando, aprovechando precisamente ese encanto, paz y tranquilidad, nos teníamos que retirar para descansar nuestro "peso interior" .Momentos, en suma, que quedarán para siempre en nuestra memoria.
Eso sí, al menos no tendremos un "momento albergue". Precisamente nos hemos encontrado con gente que hizo el Camino Francés, que nos ha contado historias espeluznantes de plagas de chiches, olores insoportables, ronquidos estruendosos... Ya sé que la nuestra no es la manera más clásica de hacer el camino. A ver, hemos hablado con gente que opinaba que la manera correcta de hacerlo era sin un duro, pernoctando en albergues sin agua caliente (cuando no al raso puro y duro) y con una bombona inflamable como único medio de obtener una comida caliente. No, si ya. Seguro que los peregrinos de antes tenían que dormir en establos y cazar o mendigar su comida, pero qué queréis que os diga. Una se acostumbra a ciertas comodidades, y tener que buscarse la vida tras andar más de 30 km no es plato, no ya de gusto, sino digerible. En resumen, que estamos muy contentas, salvo esporádicos y misteriosos incidentes nocturnos, del método que hemos escogido este año.
Eso sí, quien se ha ganado, y de sobras, el jubileo, ha sido Estíbaliz, que ha tirado por las dos. Sólo falta que confiese... que confiese las veces que hubiera querido estrangular a Carolina!!!!!
Piquiños jubilosos de Estíbaliz y Carolina.
P.D. Estamos deseando volver al trabajo ¡¡¡¡Jaaaaaa, jaaaa, os lo habéis creídooooo!!!!!

2 comentarios:

Conchi dijo...

Debe ser una sensación de reconfortante orgullo superar las metas físicas y vitales que te vas marcando. Desde mi más rendida admiración, mi enhorabuena.
Y muchas gracias por pedirle al Santo por mí y los míos.

Johnny dijo...

Somos una generación de tecnología, no damos un paso sin el control de la TV, ni vamos a ningún lado si no es en auto. Viejos prematuros como dices Conchi.